¿Qué es de Antonio Gala?

OPINIÓN

Gala, en una foto que la fundación colgó en Instagram a inicios de año. A la derecha, patio del edificio que acoge la sede en Córdoba
Gala, en una foto que la fundación colgó en Instagram a inicios de año. A la derecha, patio del edificio que acoge la sede en Córdoba Fundación Antonio Gala

26 dic 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Las palabras, una vez ya adultas y crecidas, suelen tener pluralidad de significados, aunque  todas parten, como los fetos, de una misma matriz, en la que nacieron y de la que nunca se desprenden del todo. Eso ocurre en particular con las palabras-verbos, flexibles y variables, tales como admirar, que es un contemplar, con diferentes matices, unas veces con asombro y otras con fascinación. Y eso, la admiración, que es palabra femenina y de uso también masculino, se experimenta cuando pasan por las mentes personas que fueron en su día importantes, atractivos, que ahora, aún vivos, por tanto silencio, apenas se les recuerda ya. Es como si ellos mismos hubiesen adelantado la muerte o la muerte les hubiese adelantado.   

Pensé, por un lado (a) en el interés manifestado por el Papa Francisco, que preguntó hace días por Díaz Merchán, obispo emérito de Oviedo desde el año 2002, y pensé, por otro lado (b), en Antonio Gala al haber visto en la Librería Cervantes de Oviedo, esta misma semana de diciembre (martes día 21), entre las «novedades», el libro de Françoise Dubosquet Lairys, titulado Antonio Gala, en su paisaje. Crónica de un compromiso, editado por la Fundación José Manuel Lara (2021). Pensé, pues, en ambos personajes, tan protagonistas en el pasado y tan silentes, como muertos, en el presente. Lo dicho: Vivos como muertos.

Aquí, en La Voz de Asturias, lugar para laicos, y ahora, tiempo de Adviento, me interesa Antonio Gala, del que nada se sabe desde que en 2015 dejó de escribir en El Mundo sus conocidas y muy leídas Troneras. Los escritores que dejan de escribir están como en el limbo. Y el libro de Dubosquet sobre Gala se divide en tres partes, señalando las tres fidelidades del escritor según ella: La fidelidad a sí mismo, fidelidad a su momento y fidelidad a su pueblo. Tanta fidelidad me resulta empalagosa, no descartando que la autora laica, muy de fe como escribanas, de ahí las fidelidades, se haya pasado y con arrebatos.   

Y un vitalista como Gala, que soñaba despierto y mirando los cielos azules de Andalucía, con sus cementerios blancos («Me gustan los cementerios», dejó escrito), escribió de la muerte, y cosas que me resultan difíciles de creer y cosas en las que creo con él. Me resulta difícil creer lo que escribió: «Yo a la muerte no le he tenido nunca miedo. Somos viejos vecinos». Escribió mucho sobre el amor, el erotismo y la estética, que son temas importantes para hacer de la vida, siempre temporal, una eternidad, unos subterfugios para escapar de la muerte, pues vivir sin amor o sin eros ya es la muerte. Kafka escribió: «Quien comprende plenamente la vida no le tiene miedo a la muerte. El miedo a la muerte sólo es resultado de una vida carente de plenitud». Y Gala sabrá si su vida fue plena o no ¿Acaso un escritor de cielos grises y tormentosos como Kafka habrá pensado lo mismo que un escritor de cielos azules y plácidos como Gala? Creo, por el contrario, lo que éste escribió: «Morir ya medio muerto es una lástima. El hombre que vive en plenitud es el que mejor muere».

Antes de leer el nuevo libro sobre Gala, releí el libro de Gala, titulado En propia mano, editado por Espasa-Calpe en 1983, que son las cartas de Antonio Gala aparecidas en El País dominical desde el 1 de febrero de 1981 hasta el 9 de enero de 1983. Es muy interesante el prólogo de Juan Cueto, que comienza escribiendo sobre Gala así: «Es éste un país que todavía sospecha del éxito», y más adelante añade: «El fervor del público era un hecho sociológico, pero también un hecho cultural decisivo. Las musas se hicieron masa». El prólogo de Juan Cueto es una denuncia contra el hecho de que el fervor de los espectadores estuviere en proporción inversa al disfavor de la crítica; es un alegato el de Juan Cueto contra la llamada intelocracia, que no soportó que un profesional de la literatura haya lograda tantos éxitos populares, teniendo los mayores índices de audiencia y siempre a la cabeza en las listas de best-sellers, hitparades o rankings.

Umbral, en Un ser de lejanías, escribió: «Hay escritores millonarios, pero son escritores comerciales que tratan de las miserias y de las grandezas que gustan a la gente». ¿Se estaba refiriendo a Gala? Los temas literarios de Gala fueron importantes: el amor, la belleza, la infancia, Andalucía y España, la vejez y la muerte, los paisajes y la Historia, los animales y la condición humana, la Reconquista y lo hispano árabe. La gente apreció a Gala y a sus temas por estar accesibles y no ser de «aristocratismo académico». No parece extraño que Gala, como Umbral o como Álvaro Cunqueiro, no hayan sido elegidos por colegas miembros de la Real Academia de la Lengua y que lo hayan sido otros facinerosos con recomendaciones en tiempo de Monarquía. Juan Cueto concluyó que la literatura de Gala es la de lo fascinante y lo seductor, con «un verbo hecho carne tipográfica».

Recuerdo el éxito de Antonio Gala en los años setenta y ochenta del siglo XX. Lo experimenté de cerca. Leí sus artículos periódicos y compré el 22 de abril de 1981, según anotación mía en la contraportada, en «su» Córdoba califal, donde no nació y creyéndose allí nacido, el libro Charlas con Troylo, que son artículos publicados en El País dominical, editado por Espasa Calpe. Antes, había leído Texto y Pretexto, editado por Sedmay Ediciones, que es una colección de artículos publicados en Sábado Gráfico, datado el primero el 10 de febrero de 1973 y el último el 24 de diciembre de 1975. Y en las escrituras de Gala están, como escribió Françoise, «los olores, los sabores y sonidos» de la capital califal, Córdoba; olores y sabores de los peroles camperos, los rabos de toro, los flamenquines y los pestiños dulces, llegados de Arabia.

Un Antonio Gala que fue escritor en periódicos, columnista en Pueblo, Sábado Gráfico (1973-1978), El País Semanal (1978-1995), El Independiente (1987-1989) y El Mundo (1988-2015). Señala, con acierto, Françoise Dubosquet que con Antonio Gala la columna periodística y de opinión se convierte en obra perdurable, no obstante ser el columnista un historiador del instante. Y con Antonio Gala la unión entre periodismo y literatura se hicieron posible, casi la misma cosa, que, en España tiene importante tradición. Sólo los columnistas excelentes, los mejores y geniales, se salvan de la quema que causa el escribir a diario, y que cansa, agotando, a los lectores. 

No sólo brilló en la literatura periodística, también en el Teatro convencional o burgués. En años muy complejos políticamente, años setenta del pasado siglo, el teatro de Gala fue de mucho éxito y taquilla. Nada que ver con el rebelde TEU, que se desgañitaba con el Cándido de Voltaire. Un teatro, el de Gala, que, para sortear vigilancias y censuras de Dictadura, llevó el presente a la Historia, criticando así con dureza la agónica España social y política de entonces, años setenta. Éxito el de Anillos para una dama, obra estrenada en 1973, interpretación magistral de la gran actriz que fue María Asquerino, a la que tantos iban a ver y dejarse seducir luego en Bocacho, habiendo dejado a Jimena en el camerino del Teatro Eslava. Éxito el de Las cítaras colgadas de los árboles, obra estrenada en 1974 y éxito ¿Por qué corres Ulises?, estrenada un mes antes de la muerte de Franco en el Teatro Reina Victoria, el de tantas señoras bien y perfumadas, en la que lo anecdótico y realmente taquillero era ver desde el patio de butacas, las «teticas» o «tetillas» de Nausicá, interpretada por Victoria Vera («De pechos grandes e inofensivos» escribirían otros).

Otro autor de Teatro, importante en aquel tiempo y de éxito, fue el barroco Francisco Nieva. Como Gala, que nació en Brazatortas (Ciudad Real), que aún vive, Nieva nació en Valdepeñas (Ciudad Real), que ya falleció. Su teatro fue diferente, suave el de Gala y «furioso» el de Nieva, habiendo sido éste último recibido en la Real Academia de la Lengua, hoy página web. Es llamativo que las Obras Completas de Nieva, publicadas en dos tomos por Espasa-Calpe en 2007, lleven una introducción del que fuera asturiano Presidente de la Academia y que el Prólogo del segundo tomo sea de Pere Gimferrer, poeta y académico.

La segunda parte del libro de Françoise Dubosquet se refiere a lo que llama la Fidelidad de Gala a su momento, recorriendo el quehacer de Gala desde los años 70 del pasado siglo. En esos años los años Antonio Gala, aunque de gran éxito entre la burguesía, formó parte del grupo de artistas contrarios a Franco, pero éstos, en su antifranquismo, tuvieron una intensidad variable. Es verdad que Gala tuvo problemas con la censura, por sus ataques al Régimen que fenecía y a los «poderes» civiles, militares y eclesiásticos que lo sostenían o que sostuvieron, pero de ninguna manera fue un militante rabiosamente antifranquista como fueron otros, lo cual genera confusión en el libro afrancesado. Es curioso que el 19 de noviembre de 1975, horas antes de la muerte de Franco, escribiera Baraja española, que empieza así: «Todo el mundo sabe que la baraja española consta de cuatro palos: oros, copas, espadas y Bastos» y termina Gala: «Sobre el tapete se va a jugar una partida nueva»