El lobo no es culpable de los males que se le achacan.
Parece que aún hay mentes que siguen haciendo uso de los viejos modelos reduccionistas y conciben al lobo simplemente una alimaña a exterminar, por las posibles bajas que desencadena en la cabaña ganadera, por escasas que éstas sean. Por ejemplo, en Asturias los daños oscilan entre el 0,5% y el 0,7%, teniendo en cuenta que la ganadería en extensivo tiene una mortalidad anual entre el 3% y el 5%, según datos oficiales ofrecidos por el Principado de Asturias; en Picos de Europa, zona de mayor conflicto en esta comunidad es del 0,3%. Para nada tenemos en cuenta el bien común que desempeña la especie dentro del territorio que habita, que es mucho y de gran importancia para animales humanos y no humanos.
Esto no interesa, en cambio, perpetuarse en el poder, tranquilizando al sector de la población que está directamente afectada por lobo, los ganaderos, ¡sí! Proporcionar carnaza al lobby de los cazadores, también.
Y lo que es mejor, el ganadero no quiere reconocerlo, pero puede ser uno de los principales beneficiados de su presencia. El lobo ejerce de regulador del entorno, contribuye a la eliminación de los especímenes más débiles o enfermos, lo que reduce el impacto de enfermedades como la tuberculosis, que diezman los rebaños cada año.
La presencia del lobo contribuye, también, al control de la superpoblación, por ejemplo, del jabalí. Estos, que se reproducen con facilidad y rara vez cuentan con un depredador natural, colonizan los bosques y campos y consumen sus recursos a gran velocidad, hasta el punto de verse obligados a acercarse a núcleos urbanos en busca de alimento. Su presencia continuada y próxima a pueblos y ciudades provoca habitualmente accidentes de tráfico fatales para el animal y sumamente peligrosos para las personas.
Llevamos muchos años conviviendo con el lobo, y podemos seguir haciéndolo si abandonamos la moda de tener a personas en un despacho, que deciden criar lobos en cautividad, dándoles la comida en platos como si fueran perros y después soltándoles en un medio que no es el suyo, acostumbrados a la presencia humana y a la comida fácil, sin saber cazar al animal salvaje, sin miedo del ser humano ya que han vivido con ellos, ni a carreteras, ni coches. Criamos lobos que se plantan a la puerta de las casas como si nada..
Ese es el problema. Los lobos que nos venden son salvajes, cuando en realidad, parecen domésticos. Dejemos a los lobos tranquilos, en libertad. Si la economía de mercado pide sangre, el poder político, no puede subyugarse al económico, y mucho menos ofrecer al monstruo para calmarle mientras le alimenta.
Comentarios