No hay escenario ni lugar donde los abrazos estén tan bajo sospecha: la política española. Un abrazo es el prólogo de la depuración, la escisión, la traición. Qué tiempos aquellos en los que eran el preludio de un tiempo nuevo. Nadie llevaba la cuenta de quién y cuánto se abrazaba. Pero irrumpieron los abrazos de Pablo Iglesias con Íñigo Errejón, de Pablo Iglesias con Pedro Sánchez, de Pablo Casado con Isabel Díaz Ayuso, y el abrazo se convirtió en la antesala de una DANA. Si la intensidad de un abrazo es proporcional al temporal que viene, entonces ya tardan en asegurar puertas y ventanas. Íñigo Errejón y Mónica García, anestesista de gatillo fácil, comparten desayuno y acto seguido dan un nuevo sentido a la expresión fundirse en un abrazo. Fundirse es poco. Ellos dirán que se dejaron llevar por el sabor del cruasán. Que, en fin, estaba rico. Y que qué mejor manera de celebrarlo que dándose un abrazo cruasán. Sí, otra DANA a la vista.
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