Sánchez-Díaz, realidad y ficción

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

Jorge Gil | Europa Press

16 nov 2021 . Actualizado a las 08:50 h.

No tomen lo que voy a decir como propaganda ni censura de Yolanda Díaz. Solo son curiosidades de aldeano ante algunas de las escenas que estamos viendo. Escena primera: la vicepresidenta segunda del Gobierno estuvo el sábado en un acto feminista en la ciudad de Valencia, como contó ampliamente este diario. En el momento de entrar en el local, no solo fue vitoreada por el público adicto que llenaba el salón, sino que fue recibida con el grito que se está haciendo habitual de «presidenta, presidenta», igual que le ocurre a Isabel Díaz Ayuso, pero con una diferencia sustancial: a Ayuso la corean, en principio, como presidenta de la Comunidad de Madrid, y a Díaz como aspirante a la presidencia del Gobierno, cuyo titular es otra persona, llamada Pedro Sánchez Pérez-Castejón.

Escena segunda. El anterior responsable de la estrategia de Sánchez, don Iván Redondo, insiste en su artículo de los lunes en una de sus tesis preferidas: Yolanda Díaz puede ser la primera mujer que presida un Gobierno de España. Y, según los datos que maneja Redondo, eso podría ocurrir incluso en fecha próxima, porque la señora Díaz es la política más valorada de España según las encuestas del CIS, que es el organismo demoscópico oficial. Como las opiniones de Redondo tienen amplio eco, esta también ha sido reproducida en otros muchos medios. Las tertulias radiofónicas y televisivas le dedicaron amplia atención. El futuro de la señora Díaz es argumento de moda porque tiene morbo político y atractivo personal.

La tercera escena se produce hoy en el Consejo de Ministros. Me intriga qué pensará el señor Sánchez de todo lo anterior. ¿Lo habrán hablado? Supongo que sí, pero ¿en qué términos? La señora Díaz es vicepresidenta; por tanto, persona de máxima confianza, al menos en el terreno administrativo. Pero es también militante comunista. ¿Mantendrán los comunistas su rencor a los socialistas, porque históricamente se pelearon por los mismos votantes? En todo caso, ¿puede un presidente socialista mantener la misma relación con una comunista que con una militante de su partido, unidos por un vínculo de disciplina y lealtad? Y, por último, la señora Díaz está obligada a funcionar con un doble discurso: el de ministra, para defender y ensalzar el trabajo de todo el equipo; pero también el de oposición de izquierda, para denunciar la situación social del país. Lo hizo en Valencia con un párrafo que recordaba nada menos que a Lula da Silva en Brasil hace más de quince años: en España hay niños y niñas que no comen tres veces al día.

En la dirección de una empresa estas cosas serían técnicamente imposibles. En la política, de convivencias tan insólitas, no solo son posibles, sino que pertenecen a la realidad diaria. Y al aldeano que escribe y describe las escenas anteriores le parece todo tan imposible que tiende a situarlo en el terreno de la ficción.