Hoy se reúnen en la Moncloa las vicepresidentas Nadia Calviño y Yolanda Díaz con el presidente Pedro Sánchez. Se supone que se van a poner de acuerdo sobre el tema de este tiempo, que es la contrarreforma laboral. Si no supiéramos lo que es y cómo funciona la actual coalición gobernante, podríamos decir que el Gobierno (mayoritario, con Sánchez y Calviño) se reúne con la oposición (minoritaria, con Díaz). Como sabemos qué es esta coalición, tenemos que decir que el Gobierno se reúne consigo mismo para ponerse de acuerdo consigo mismo y no seguir dando el espectáculo.
Los vaivenes que dio esa contrarreforma son de antología, y no solo por las contradicciones entre vicepresidentas, sino, sobre todo, por las del presidente: en la clausura del XL Congreso del Partido Socialista en Valencia habló de «poner punto final a la reforma del PP» y todo el mundo entendió que anunciaba la derogación. Poco después, en la reunión del G-20 celebrada en Roma dejó reducido tan ambicioso proyecto a modernizar el mercado laboral y el modelo productivo. En otras palabras, lo que propuso fue «cambiar algunas cosas que se hicieron mal en 2012». Esperemos que la reunión de hoy, ignoro si previa o posterior al Consejo de Ministros, nos diga finalmente qué es lo que proponen los reunidos para no continuar con la ceremonia de la confusión.
Expreso esa esperanza porque no hay nada peor que el desconcierto y no hay nada peor que sus efectos: los sindicatos, reivindicativos de la anulación total de la legislación del PP y eufóricos por las perspectivas que les anuncian; los empresarios, en estado de desconfianza porque ignoran qué tipo de condiciones puede imponerles el ala izquierda del Consejo de Ministros; los inversores, paralizados, porque según fuentes conocedoras dan más importancia a la reforma del sistema de relaciones laborales que a los millonarios fondos europeos, y el panorama informativo, contaminado por las peleas personales, que ocultan la esencia del problema, pero resultan más fáciles y sugestivas que analizar la necesidad o la inconveniencia de la reforma.
Además, quiso la casualidad del calendario o la imprevisión del Gobierno que el debate laboral coincida con la negociación de los Presupuestos Generales del Estado. Quienes el viernes anunciaron su apoyo, sobre todo Esquerra Republicana y Bildu, están mucho más cerca del modelo que quieren los sindicatos que el deseado, para entendernos, por Nadia Calviño. ¿Se correrá el riesgo de que los independentista vascos y catalanes retiren su apoyo por culpa de la reforma laboral? ¿Podría ocurrir de esta forma que el Gobierno cayera? Nada se puede descartar. Por tanto, si Sánchez decide coincidir con los empresarios, ya puede dedicar tiempo y esfuerzo a convencer a los sindicatos. Pero, si decide seguir la línea sindical, ya puede dedicarlo a convencer a la patronal.
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