La ministra y sus labores

Pedro Armas
Pedro Armas A MEDIA VOZ

OPINIÓN

Chema Moya

13 oct 2021 . Actualizado a las 08:40 h.

La ministra de Trabajo es la más valorada del Gobierno porque desde el principio se ha puesto a gobernar con lealtad institucional. Pocos se acuerdan de las ministras de Trabajo anteriores, Magdalena Valerio o Fátima Báñez, sin embargo muchos conocen y reconocen a Yolanda Díaz como ministra, más que como vicepresidenta. Que haya crecido su peso político es un signo de empoderamiento. Por algo la derecha más reaccionaria la ataca tanto por su comunismo como por su estilismo. Le recomiendan que se ocupe de «sus labores», coletilla que designaba la dedicación, no remunerada, de una mujer a las tareas de su casa.

Es evidente que la ministra de Trabajo trabaja y que está en el poder Ejecutivo para ejecutar. No lleva ni un par de años en el cargo y, pandemia por medio, ha firmado una docena de acuerdos con la patronal y los sindicatos. Aunque cuenta con un buen equipo de asesores, en el que predominan gallegos y gallegas, la ministra ha generado el talante adecuado para el diálogo social. El cambio en la forma ha dado resultados en el fondo: SMI, ERTE, reglamento de igualdad retributiva entre hombres y mujeres, ley del teletrabajo, ley rider...

En el plano político asume un laborismo moderno, que funde los principios de clase y género, no para actuar como una correa de transmisión entre partidos y sindicatos sino para defender, de arriba abajo, los derechos de los más vulnerables frente a los abusos de quienes entienden el sistema capitalista como un sistema de explotación laboral, de quienes interpretan a conveniencia la libertad del mercado de empleos y capitales. Quizá sorprenda la inmediatez de su proyección, pero no sorprende que brille con luz propia en un contexto de líderes fugaces y mediocres. Antaño el laborismo era parte del marxismo. Hoy el laborismo y las labores de la ministra son otra cosa.