El covid, la vacuna y los niños sanos
OPINIÓN
Es inexcusable completar el desarrollo de las vacunas covid-19 en niños y disponer de los datos necesarios para su aprobación, para que llegado el momento, y si está indicado, puedan vacunarse con las mismas garantías que en el adulto. Ya se han aprobado y se utilizan con normalidad dos vacunas covid-19 en adolescentes de más de 12 años. Y están en marcha los estudios que evalúan estas vacunas desde la edad de lactante. Sin embargo, la decisión de vacunar o no a los niños sanos es compleja, y depende de factores científicos, prácticos y éticos.
El beneficio directo de la vacunación es marginal en el paciente pediátrico sano comparado con el adulto, el adolescente o el niño con factores de riesgo asociados. Sin duda hay otras vacunas que aún no están en el calendario nacional, que les proporcionan más beneficios netos, como la del rotavirus, el meningococo B o el virus papiloma humano en varones. Sin embargo, la vacunación covid-19 del niño también podría proteger una vida más normal y plena, sin necesidad de cuarentenas, y con movilidad transfronteriza libre. Su contribución a la ansiada inmunidad de grupo frente al SARS-CoV-2 es desconocida, si bien al menos en los adolescentes, no debería ser inferior a la de los adultos. Pero si los niños no se vacunan, dejaríamos sin vacunar al 25 % de la población mundial y generaríamos un reservorio especifico para el virus, lo que tampoco sabemos si es realmente un problema o hasta la solución en un previsible escenario de endemicidad estacional.
El debate moral señala si debemos priorizar la obtención de esa inmunidad colectiva con la vacunación infantil en los países que van más avanzados en la vacunación, o apelar a la equidad y la humanidad, y evitar primero muerte y sufrimiento mediante la vacunación de los grupos más prioritarios y vulnerables en aquellos países que todavía ni han comenzado la vacunación. En todo caso, es necesario que a pesar del «covidcentrismo» que vivimos, se tomen las medidas adecuadas de protección de la población infantil de las graves consecuencias indirectas de esta pandemia: descenso en las coberturas vacunales rutinarias y «reemergencia» de infecciones pediátricas graves, «despriorización» en las estrategias de salud, incremento alarmante en patología psiquiátrica infantojuvenil, aumento de los malos tratos infantiles y violencia doméstica, o interferencias significativas en su educación y sus relaciones sociales con imprevisibles consecuencias a corto y medio plazo, son algunas de las secuelas de esta «pandemia silenciosa» en los niños.
Sin niños, no hay futuro.
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