España está dando un ejemplo al mundo en la vacunación. Somos uno de los países con las tasas más altas de cobertura vacunal en la infancia, y ahora lo somos también frente al covid-19. Lo que necesitábamos era vacunas, pero cuando las hemos tenido, el sector sanitario de nuevo, y la población española han dado la talla.
Cuando pensábamos que con el 70 % de personas vacunadas era suficiente para alcanzar la inmunidad comunitaria, llegó la variante delta que alteró todas las previsiones. Su alto nivel de contagiosidad y capacidad de incrementar al doble las hospitalizaciones, hacen necesario elevar ese porcentaje. Los epidemiólogos indican que sería necesario entre un 85 - 90 % de personas vacunadas en la población, para hacer un escudo protector frente a la variante delta.
La edad en la que las vacunas frente al SARS-CoV-2 están actualmente autorizadas son a partir de 12 años, pero se están haciendo ensayos clínicos en niños desde 6 meses de edad hasta los 12 años. Surge la pregunta si es pertinente vacunar a niños en esta franja de edad. Por ahora no está autorizado su uso por las agencias reguladoras, pero es un tema actualmente en debate en varios países. Reino Unido desaconseja una vacunación masiva en niños entre 12 y 15 años, por los escasos beneficios que pueden producir.
Los niños pequeños reciben varias vacunas durante su infancia que les protegen de enfermedades muy graves como la polio, meningitis, sarampión, difteria, tétanos, etcétera. Está demostrada la gravedad producida por esas enfermedades en edades tempranas, lo que obliga a proteger a nuestros menores ya desde el nacimiento. El caso del SARS-CoV-2 es diferente, pues por ahora y con las variantes circulantes, la población infantil no ha mostrado una especial vulnerabilidad, siendo casi siempre asintomáticos o mostrando síntomas muy leves. Esto puede ser debido a una potente inmunidad innata de los niños, que es suficiente para controlar al coronavirus.
Con respecto a la duración de las vacunas, las que están incluidas en el calendario vacunal infantil inducen una protección a largo plazo, siendo únicamente necesaria la vacunación de recuerdo para el tétanos cada 10 años. En el caso de las vacunas frente al SARS-CoV-2 no sabemos la memoria que inducen y si protegerán a largo plazo en el caso de los niños. Estas vacunas no impiden de forma completa los contagios, no son «esterilizantes», de forma que una persona vacunada puede infectarse y contagiar a otras personas.
Hay que poner en una balanza el riesgo-beneficio, y esto es lo que debe valorarse siempre cuando se emplea un fármaco o una vacuna. Valorar las ventajas y los posibles efectos secundarios. Un ejemplo es la gravedad del covid que se ha observado en mujeres embarazadas, lo que ha llevado a agilizar su vacunación, para protegerlas a ellas y a sus fetos. Lo mismo puede ocurrir con niños inmunosuprimidos que requieran de una vacunación específica, independientemente de su edad.
También hay que tener en cuenta otros aspectos como el porcentaje de personas inmunizadas, así como la incidencia de casos en nuestro país, que hagan que no sea necesario vacunar a niños muy pequeños. Quedan aún personas mayores de edad que no se han vacunado, y les animo a que lo hagan, con el fin de protegerse frente a una enfermedad que en ellos puede ser muy grave, que produce secuelas a largo plazo y que puede, en algunos casos, producir la muerte.
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