En estos días de final del verano uno tiene la sensación de que la brisa que viene de alta mar es el aliento del apocalipsis. Al desmoronamiento moral de los gobiernos, en los que nadie cree, se unen las enfermedades extrañas que caen como un calabobos del que es inútil protegerse porque te envuelve como en un abrazo. El covid y los okupas, por ejemplo, enemigos contra los que no se puede luchar, que llegan y a los que hay que esperar que los dioses, los médicos y los jueces consigan que sobrevivamos. Los fenómenos extraños del planeta, las plagas -el picudo rojo, los talibanes, la avispa velutina- o los accidentes naturales, como el terremoto de Haití o la subida de la luz y la bajada de los embalses -que son uno y lo mismo-, en fin, la cancelación de las verbenas de la Virgen de agosto, lo peor de todo. Los primeros avisos fueron, ya hace un par de años, la escasez del pulpo y la bajada del Deportivo a los infiernos. Luego, la aparición de C. Tangana, que tiene un alto concepto de sí mismo y pretende ser el Leonard Cohen del reguetón, o el Michael Jackson de la zarzuela. Yo temo que en vísperas del Armagedón C. Tangana haya sido abducido por los marcianos y que ahora nos lo están devolviendo con todo ese arsenal mortífero. Sabrán ustedes que hace unos días -en el BOE del día 10- se cancelaba el registro de la Asociación de Abducidos por los Extraterrestres al no encontrar el Ministerio del Interior dirección alguna a la que dirigirse. Se ve que no encontraron la del cantante.