La endometriosis es una patología compleja, con mil caras. Tenemos pacientes con una enfermedad muy llamativa en las pruebas, absolutamente asintomáticas, y otras, sin apenas hallazgos en las mismas pruebas, con una clínica extremadamente limitante.
Es una enfermedad benigna. Aunque en algunos casos la clínica que produce es más incapacitante que muchos tumores. Debido a esta capacidad para mimetizarse con otras patologías, la media para conseguir alcanzar el diagnóstico ronda los ocho años.
Pero vayamos al principio. ¿Dónde está el origen? Se barajan distintas hipótesis, de donde se infiere que no se conoce a ciencia cierta cuál es. La teoría más aceptada es la relacionada con el flujo retrógrado. Consistente en la salida de flujo menstrual a través de las trompas portando células endometriales que no son destruidas por el organismo y asientan en aquellos órganos donde se depositan, fundamentalmente ovarios, trompas y peritoneo (la membrana que cubre el interior del abdomen).
Su modo de presentación más habitual son los quistes endometriósicos en los ovarios, también es la forma más asintomática clínicamente. Pero cuando las células se depositan en la superficie de los órganos producen un efecto inflamatorio que favorece que estos se adhieran firmemente entre sí produciendo clínica de dolor, distensión abdominal, dificultad para la digestión, etcétera. En ocasiones profundizan en el peritoneo y la reacción inflamatoria puede atrapar órganos retroperitoneales, como los uréteres, en el proceso fibrótico.
Otra de las consecuencias que frecuentemente acompaña a esta enfermedad es la esterilidad, que no solo se presenta cuando la enfermedad es ovárica o tubárica. También asocia mayor dificultad para la implantación del embrión.
El manejo de todos aquellos casos complejos no puede realizarse desde una única perspectiva, es preciso el abordaje multidisciplinar por un equipo de profesionales de perfiles tan diferentes como ginecología especializada en endometriosis, unidad de reproducción asistida, urología, cirugía general, radiología, anestesia (unidad del dolor), psicología y rehabilitación. Son necesarios comités donde se discutan los hallazgos, pros y contras de las distintas opciones terapéuticas con el fin buscar un tratamiento personalizado, dar a cada paciente la mejor opción en función de su situación vital, sus deseos genésicos y sus preferencias.
Poner sobre la balanza todas la opciones y sopesar cuidadosamente cuál es la mejor en cada momento es nuestra misión como especialistas. Por último, y no por ello menos importante, está la presencia de grupos de apoyo. Es crucial en esta patología, al igual que en otras muchas enfermedades crónicas, el apoyo entre iguales. Es fundamental en el proceso de aceptación de la enfermedad, durante su evolución y como sostén en aquellos casos en los que la ciencia no dispone de capacidad para resolver los procesos.