Crisis del sindicalismo: el divorcio de la clase trabajadora con los sindicatos

OPINIÓN

Trabajador
Trabajador

04 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

El sindicalismo en general vive en la actualidad los peores momentos de su historia. El sindicalismo ha dejado de ser un instrumento útil, para organizar a la clase trabajadora, o, lo que es aún peor, el denominado sindicalismo de clase y mayoritario han dejado de ser sindicatos al servicio de los trabajadores para convertirse en aparatos burocráticos e institucionalizados al servicio del gran capital. El otro denominado alternativo no es capaz de organizar la dispersión social en la búsqueda de objetivos comunes en la lucha hacia un nuevo modelo social, por estar más pendiente de liderazgos y tutelajes internos, que de los asuntos más prioritarios y ello repercute en un retroceso continuo de nuestros derechos laborales, sociales y económicos.

El sindicalismo actual, refugiado en  los núcleos estables, cada vez más envejecidos y conservadores, no quiere o no sabe enfrentarse a esta situación. Esta impotencia le coloca en una crisis terminal como movimiento social. Sin organización, sin participación de sus bases, sin profundizar en los grandes problemas laborales, sin  abordar ni dirigir las reivindicaciones sociales de un inmenso conflicto laboral latente con más de 12 millones de trabajadores precarizados y 5 millones de trabajadores en paro.

El divorcio entre clase trabajadora y sindicalismo es ya una realidad palpable, basta ver que hoy la mayoría social, que opta más por organizarse en colectivos sociales de toda índole, coordinadoras, plataformas, etcétera, antes que en los sindicatos, sin que ninguno de sus responsables pierda un minuto de tiempo en analizar las causas de este grave problema, instalándose siempre en una huida permanente hacia adelante. 

Podemos estar hablando de la crisis de todos los sectores industriales de Asturias y de la crisis global, pero si no somos capaces de elaborar alternativas que expresen la realidad de cada día, estamos mirando sin ver. Ensayar nuevas formas de organización y de lucha, y hacer ver a la clase obrera que hay otras formas de hacer sindicalismo, como siempre se hizo en los grandes conflictos laborales, antes de instalarnos en esta crisis terminal, que nos hace arrastrarnos ante las humillaciones del poder económico establecido.

Si verdaderamente se quiere volver a los orígenes de las conquistas laborales, hay que utilizar los comités de empresa como instrumento de defensa y movilización de los más débiles, impedir la agresión de las patronales que incumplen las leyes laborales, conseguir éxitos que animen a parados y precarios a plantar cara, intercambiar experiencias, converger dinámicas, hacer visible la resistencia y generalizarla, son algunos aspectos que deben servirnos al menos para alguna reflexión.

Analizar las causas que producen el enorme desprestigio sindical debe constituir entre todos/as los/las trabajadores/as afiliados el primer objetivo de un balance critico de las razones que nos llevaron a este divorcio que se veía venir, pero que nadie trató de evitar. Habría que ver nuevas formas de desarrollar una actividad sindical en el denominado mundo moderno, marcado por una gran explotación sobre las clases más desfavorecidas.

Con esto lo que se pretende apuntar es que la revolución y contrarrevolución, los avances y los retrocesos, forman parte del desarrollo histórico y conviene analizarlos para no caer en el pesimismo inmovilista y disgregador o en el optimismo y prepotencia excluyente y mecanicista que, basado en el espejismo, no conduce a ninguna parte o quizás conduce a la frustración.

En todo el Estado español se va consolidando un proceso que tiene efectos devastadores en los distintos pueblos, como en el caso de Asturias, desde las reconversiones industriales, despidos colectivos, privatizaciones, segregaciones, deslocalizaciones, contratos basura, recortes en los salarios, en el desempleo, retroceso en el sistema de pensiones, pérdida de calidad en sanidad, educación, servicios públicos,… sirviendo los nacionalismos o las comunidades autónomas de acompañamiento a todo este proceso, siendo Asturias la más afectada sin que esto suponga mayor incidencia en la lucha. Todo lo contrario, supone una mayor división y desaprovechamiento de la acción sindical.

Es evidente y no podemos negar el papel importante que han jugado los sindicatos en la lucha de clases de años atrás, que nada tiene que ver con el difícil momento que ahora estamos viviendo.

Para cambiar el actual modelo sindical imperante, debemos de partir de la experiencia acumulada y de la voluntad de luchar y contribuir a cambiar la tendencia de claudicaciones, pasividad, de indolencia y retrocesos que en este periodo contrarrevolucionario estamos sufriendo como clase. Estamos en un proceso en el que queremos correr, pero sin movernos del sitio.

Necesitamos profundizar en un proyecto común y combatir la depresión. Profundizar en un proyecto significa enfrentarnos más abiertamente a los objetivos prácticos de un sistema neoliberal y globalizador en crisis, que nos condena con violencia al hambre y a la miseria social, para ir articulando una conciencia que permita a la clase trabajadora y al conjunto de la sociedad poder intervenir como lo que somos, un sujeto explotado por el capital, pero que tenemos capacidad para intervenir en los procesos de producción, en la organización del trabajo y en el reparto de la riqueza. La otra gran cuestión es cómo cambiar la tendencia de la dispersión y atomización del movimiento sindical de clase.

No sería lógico a partir de un análisis serio y riguroso aferrarnos a un modelo sindical fracasado y negándonos a asumir cambios pensando que quien los plantea pretende cargarse la organización.

Hoy tenemos la obligación de introducir cambios que conlleven a resolver los retos que demanda la mayoría social y que por supuesto no son los de la decisión de unos pocos.

No podemos concebir un movimiento sindical sin la participación de un sindicalismo renovado que sea capaz de superar los obstáculos  externos, pero sobre todo los internos, por ser estos los que más  dificultades originan a la hora de desarrollar la acción sindical, acorde con los grandes acontecimientos que hoy imperan en nuestra sociedad. La decadencia del sindicalismo es un hecho real que no podemos esconder. Gran cantidad de reivindicaciones que tuvieron incidencia han pasado en la actualidad al desinterés generalizado, incluso otras reivindicaciones con una profunda sensibilidad social, se encuentran con el mismo respaldo sindical.

Cabe sin embargo pensar que es posible realizar acciones encaminadas a la recuperación del sindicalismo alternativo al actual en general, por eso debemos arriesgar y profundizar conjuntamente en el análisis crítico de modificar nuestras formas y modos para avanzar en la consolidación de un sindicalismo de clase y combativo que con el apoyo y confianza de la base social, de que es posible otro modelo sindical, que haga frente a la permanente agresión capitalista que estamos sufriendo y hacer frente no es convocar movilizaciones cada 15 minutos, porque ello supone la dispersión, desilusión y la caída definitiva en el pozo más profundo.