Manolo, apártate de la chavalada

María Hermida
María Hermida SE CHOVE, QUE CHOVA

OPINIÓN

Ana Garcia

25 jul 2021 . Actualizado a las 10:50 h.

Manolo iba delante, con la nevera azul, la sombrilla y los pies requemados por la arena tórrida de la playa de Silgar. Ella, posiblemente su mujer, le seguía a pocos metros, silla plegable en mano y cojera incipiente. Le avisó varias veces, en tono entre conciliador y amenazante: «Manolo, a ver dónde te pones». Manolo a lo suyo, cual llanero solitario. Hasta que frenó. Miró de dónde venía el viento y decidió clavar allí su sombrilla. Manolo parecía Isabel de Castilla tomando Granada. Se le veía la cara de satisfacción por encontrar el hueco perfecto, su terruño ideal en la leira cotizada de Sanxenxo. Hasta que un grito le paralizó. «¡Manolo, apártate de la chavalada!», berreó su señora, con la voz convertida, ahora así, en clara señal de peligro. Y al conquistador Manolo se le vino el mundo encima. No sabía qué hacer con la sombrilla, inerte sobre su mano. La quemazón de los pies le llegaba al cerebro. La nevera de playa fue a parar al suelo, con los peladillos magullados. Se cayó del caballo de don Pelayo y reparó en la «chavalada»; en el coro a sus pies, ellas con esos bikinis que ahora suben a la cintura y ellos con los calzoncillos por dentro del bañador, mirando al bueno de Manolo, que compró el piso en Sanxenxo con su mujer después de pagar las letras del camión. Escuchó su música rapera y su «¿qué dices, bro?», y se vio marchándose a Suiza a poner ladrillo a los 17 años. Le dio igual si traían el covid importado de un botellón o no. Se quedó pegado a ellos, para mandar al diablo a Karina, porque cualquier tiempo pasado no fue mejor. Les oyó hablar de ir a Montalvo a surfear. Y entendió que tuvo sentido partirse el espinazo. Que hay una generación que vive mejor. O eso cree Manolo.