Horrible accidente y morir por no cooperar (X): cobardes

OPINIÓN

Casado y Aznar, con sus esposas, y Núñez Feijoo, durante la última jornada de la convención del PP
Casado y Aznar, con sus esposas, y Núñez Feijoo, durante la última jornada de la convención del PP benito ordoñez

12 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Que dice el mayor grupo mundial de expertos en climatología, el IPCC, que la Tierra puede recuperarse de un cambio climático importante. Pero la humanidad no. Y que lo peor está por llegar, con implicaciones para la vida de nuestros hijos y nietos.

El tiempo de preocuparse pasó hace lustros, y el de ocuparse está cerca de caducar. Pero hay mucho cobarde que, por miedo a tener que renunciar al botín obtenido de una economía desigualadora, huye del problema. Y lo peor es que huye hacia adelante, agravándolo, escondiéndose tras un discurso que niega las evidencias para proteger sus intereses particulares.

Como cuando Rajoy citó a su primo, catedrático de física, diciendo «estoy con diez de los científicos más importantes del mundo y ninguno me ha garantizado el tiempo que hará mañana en Sevilla. ¿Cómo alguien puede decir lo que va a pasar en el mundo dentro de 300 años?», para considerar el cambio climático un asunto menor. O, dicho de otra manera, no un asunto mayor. Pero de Rajoy ya sabemos que no siempre piensa antes de hablar o habla tras pensar. Y si lo hace, ya tal.

Su predecesor en la presidencia del Partido Popular, otra lumbrera de la ciencia popular, calificó el calentamiento global como la «nueva religión» de las formas totalitarias, una ideología impuesta por socialistas y ecologistas, una teoría científicamente cuestionable que tal vez no afecte ni a nuestros tataranietos. Definió la ecología como el nuevo comunismo y a quienes denuncian el cambio climático como «enemigos de la libertad».

Con estas credenciales empezó a presidir, también -qué hará cuando no presida algo-, el consejo asesor del Global Adaptation Institute. Otro chiringuito, inicialmente financiado por un fondo de capital riesgo -y tanto- cuya principal actividad es la inversión en combustibles fósiles, que son los mayores contribuyentes al calentamiento global. Tiene sentido si tenemos en cuenta que el objetivo de este «instituto» es adaptarse al cambio climático sin renunciar al desarrollo. Para ello pretende aportar soluciones «pragmáticas» fundamentadas en la ciencia, no en motivaciones políticas, evitando el catastrofismo. Dicho de otro modo: obtener beneficios también del cambio climático. La típica hipocresía oportunista neoliberal.

El tiempo corre y, mientras los polos se funden, en Canadá se cuecen y en Madagascar se mueren de hambre por las sequías, el número de migraciones forzadas por las alteraciones del clima sigue creciendo (se estima que llegará a 200 millones de personas en 2050). Y en un país como el nuestro no podemos descartar la posibilidad de engrosar ese número a medio plazo.

Pero tenemos que seguir viendo cómo la cobardía política que impone el egoísmo cortoplacista, nos arrastra en esa huída. Además nos quieren convencer que este «incendio« se apaga soplando. Y Aznar y sus mariachis haciendo el agosto más caluroso de la historia del negacionismo vendiendo fuelles.

(Continuará)