El compromiso de los médicos

Eduardo Vázquez Martul FUE JEFE DEL SERVICIO DE ANATOMÍA PATOLÓGICA DEL CHUAC Y PRESIDENTE DE LA COMISIÓN DE DOCENCIA.

OPINIÓN

María Pedreda

21 jun 2021 . Actualizado a las 08:51 h.

En todos los grandes avances sociales que modificaron la historia, el compromiso por una idea ha jugado un papel tan importante como el conocimiento. El mundo empresarial sabe bien que la actitud y la aptitud son valores necesarios para que la gestión tenga éxito. Es una asignatura pendiente en el mundo laboral de la sanidad pública, extensible a otras áreas de la Administración del Estado. Pero surgen preguntas: ¿Cómo se podrá potenciar ese compromiso? ¿El diálogo entre sindicatos y Administración resuelve el problema? ¿Quién protege o representa a los profesionales comprometidos plenamente con la sanidad pública? ¿Cómo se mide y se paga la actitud o el compromiso? ¿Entran estos parámetros en la negociación sindicatos-empresa? En mi larga experiencia en la sanidad pública, los intentos de introducir en la negociación medidores de compromiso fueron un fracaso. No existe esa cultura y los derechos estamentarios marcaban las pautas en cualquier negociación. El profesional médico o sanitario con una actitud positiva y plena dedicación no tiene «poder sindical» ni se contempla como colectivo aunque exista y cada vez menos. Ha habido intentos pasados en los ya lejanos años ochenta con la constitución de la Coordinadora de Médicos de Hospitales, que lideró uno de los últimos conflictos de gran repercusión, intentó buscar soluciones y atajar una desmotivación que empezaba a generarse. Un denominador común y motor de aquel movimiento estaba liderado por médicos de hospitales con dedicación plena, es decir dedicación continuada que incluía la exclusividad, que por cierto se consiguió pero solo ha servido para dividir arbitrariamente al personal al no ir acompañada de la jornada continuada de mañana y tarde imprescindible para desarrollar la asistencia, docencia e investigación. Ya existía en centros hospitalarios de referencia en nuestro país la dedicación continuada, a imitación de cualquier hospital de prestigio del mundo occidental. No nos olvidemos que la introducción del sistema MIR, verdadero impulsor del cambio sanitario que hoy disfrutamos, introdujo la función del «residente» ya que realmente «residíamos» en el hospital, a imitación de los programas de formación americanos. La finalidad de la sanidad pública, ni mas ni menos que mantener con altos niveles de salud, la complejidad de gestión, el nivel de exigencia profesional y su gran peso en el gasto público, son factores que deberían exigir una dedicación plena y comprometida al menos a los responsables máximos de los diferentes servicios sanitarios. De hecho en las pruebas para desempañar jefaturas de servicio por oposición nacional, en los no tan lejanos años 90, la firma del contrato llevaba explicita la exclusividad. Agravio comparativo porque años después ni oposición nacional ni exclusividad, con el grave peligro de no seleccionar al mas idóneo e instaurar una endogamia peligrosa. Sin competitividad y con las ventanas cerradas el aire renovador no entra y la calidad se deteriora. No debemos engañar, el día tiene 24 horas, y el tiempo no da para cubrir asistencia, docencia y menos investigación y cumplir con «la medicina privada» por la tarde. Ninguna empresa competitiva lo permitiría. Es obligado la búsqueda de fórmulas que incrementen la rentabilidad de nuestras instituciones con una jornada continuada. Alguien se preguntará, ¿pero cómo se paga el compromiso? Es aquí donde entra el gran debate a resolver que exigirá inteligencia, consenso y valentía por todas las partes afectadas. Tampoco se parte de cero ya que existe actividad de tarde puntual (peonadas) que habría que reorganizar y una herramienta creada para limitar el igualitarismo desmotivador como es la carrera profesional que prime el esfuerzo y la dedicación.

 No hay duda que es necesario compromiso y motivación para que la gestión no se limite a un control del gasto.