Hay asuntos sobre los que he escrito que me obsesionan desde que era joven. La figura del falso culpable, los linchamientos y la condena moral que conlleva el ser acusado de haber realizado algún hecho reprobable sin más prueba que el señalamiento son algunos de ellos. Arrepentirme de haber expuesto mi pensamiento sobre estos temas sobre los que he reflexionado y leído intensamente durante años no ha entrado nunca en mis planes.
España es un país donde a la gente le gusta plañir. Si alguien asesina a tu amigo más querido en Cuenca posiblemente exista un señor o señora en Santander que lo siente mucho más que tú y hay serias posibilidades de que ese señor o señora que no te conoce de nada te explique cuál es la forma correcta de tomarte lo de tu amigo, de llorarle y de sentir su ausencia. Dentro del plañir también existen personas dispuestas a externalizar la responsabilidad del crimen. Es una mentalidad empresarial, la externalización, y es, claro, dañina se aplique donde se aplique, tanto en el mercado del trabajo como en el del franquiciado del vigilantismo moral.
Esto suele ocurrir cada vez que conocemos la existencia de un hecho luctuoso. Todo el mundo realiza sus análisis de retrete en base a experiencias personales o en base al tipo de pensamiento al que se adscribe. Y es entonces cuando, al externalizar y analizar el hecho en el trono en el que todos solemos tomar asiento, se busca a otro culpable ajeno al sospechoso. En el siglo XXI esto se traduce en un juicio moral a quien discrepa contigo, si es cierto como si no, si hay donde reprobar como si no, el cherry picking es mi pastor, nada me falta, pues en realidad da igual la opinión del sujeto a juzgar moralmente. Aquí no estamos para eso. Estamos para tratar de aprovechar un acto atroz en beneficio de nuestros odios personales y nuestra idea de lo que es ser una buena persona que generalmente coincide punto por punto con la excelencia de quien juzga, que es el bueno. Y este es el verdadero problema, no solo esta moral religiosa: hay gente que cree ser buena. Y alguien que se ve a sí mismo como una excelente persona solo puede tener razón.
Hay personas que no soportan que otras tengan su propia opinión. No que les parezca mal o bien lo que piensen otros, esto va un poco más allá. Personas que esperan que me avergüence de lo que escribí, algo notoriamente estúpido pues ya conozco mis textos y estoy de acuerdo con ellos, llamadme loco, pues para eso es mi pensamiento plasmado en una columna con mayor o menor acierto. Ya reflexioné sobre los buitres alrededor del cadáver de Maradona, que no sobre Maradona. Y luego están, claro, los opinadores a sueldo que escriben contra lo políticamente correcto y contra los majaras canceladores. Estos solo encuentran un problema en eso que se ha dado en llamar cultura de la cancelación cuando a quien intentan cancelar por haber desconfiado públicamente de los juicios morales y el vigilantismo linchador no es un señor que hiede a naftalina. Ya ven, el virtuosismo moral del plástico no es patrimonio exclusivo de la juventud woke.
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