Año 2013. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos confirma la derogación de la doctrina Parot admitiendo un recurso de una presa de ETA y excarcelando así a decenas de presos condenados a altas penas de prisión. Etarras, violadores y pederastas recuperan la libertad de un día para otro. Y en ese escenario se desarrolla Parot, la serie de Amazon Prime que protagoniza una descomunal Adriana Ugarte.
La ficción parte de una realidad que, como casi siempre, supera a la primera. Un asesino en serie va a ajusticiar a todos y cada uno de esos criminales, y lo hace devolviéndoles la brutalidad con la que ellos hicieron trizas las vidas de sus víctimas. Pero aquí no importa descubrir al autor de esos crímenes, sino el dilema de quién es realmente el criminal, de si una vida vale más que otra. Importa el sufrimiento irreparable de sus víctimas. La frialdad del psicópata que no se arrepiente. La impotencia del policía que arde por no emplear su tiempo en evitar otros crímenes. ¿Merece un asesino que le asesinen? ¿Es pertinente destinar recursos en atrapar a un liquidador de criminales mientras tantos inocentes esperan ser salvados? ¿Podría cualquiera ajusticiar al que le arrebató lo que más ama? Eso es lo que atrapa de Parot. La línea roja que uno traspasa con solo aproximarse al dolor de tantas vidas destrozadas.
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