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Los siete países más poderosos del planeta se han conjurado para acabar con el dumping fiscal y asestar un golpe mortal a los paraísos fiscales, refugio de las grandes multinacionales para eludir impuestos. Su acuerdo para fijar en el 15 % el tipo mínimo del impuesto de sociedades en todo el mundo y que los gigantes tecnológicos paguen donde obtienen sus beneficios constituye un hito histórico. El economista francés Gabriel Zucman, autor de La riqueza oculta de las naciones, considera el acuerdo «cuantitativamente poco ambicioso», pero «cualitativamente revolucionario». Y esto último es lo realmente importante. Cuantitativamente, la toma de la Bastilla únicamente supuso liberar a media docena de prisioneros. Cualitativamente, además de su poder simbólico, significó el comienzo de la Revolución Francesa.
Alguien calificó el acuerdo de «mala noticia» para los paraísos fiscales. Cierto, pero vayamos por partes. La noticia es pésima, sobre todo, para las todopoderosas multinacionales: pagarán un mínimo del 15 % de sus beneficios y lo harán allí donde los engendraron. Y es tremendamente positiva para la inmensa mayoría de los países, embarcados en una extenuante carrera de rebajas para evitar que las grandes empresas emigren con su música y sus impuestos a territorios de baja tributación. El tipo nominal medio del impuesto de sociedades en la Unión Europea era del 50 % en 1985 y del 22 % en la actualidad. Pero el tipo efectivo, lo que realmente pagan, es todavía mucho más reducido: del 8,3 % en España o del 5 % en el semiparaíso fiscal llamado Países Bajos.
El ejemplo de España resulta clarificador. El impuesto de sociedades proporcionó más de 50.000 millones de euros a las arcas públicas en el 2007. Vino la crisis, se derrumbaron los beneficios y, en consonancia, los ingresos tributarios. Pero aquellos remontaron años después y estos quedaron perpetuamente reducidos a menos de la mitad. En el 2020, año del covid, los beneficios empresariales cayeron un 23 % y los ingresos por sociedades más del 32 %, hasta situarse por debajo de los 16.000 millones. Con crisis o sin ella, el impuesto que grava las ganancias disminuye constantemente. Aquí y en el resto de Europa. «Si seguimos así -dice Gabriel Zucman-, en tres o cuatro décadas más el impuesto de sociedades desaparecerá». Es decir, los beneficios no tributarán ni mucho ni poco. Tipo cero.
El acuerdo del G7 pretende romper esa dinámica: detener la hemorragia de recursos públicos precisamente cuando más se necesitan. Curiosamente, el tipo efectivo mínimo acordado, 15 %, es idéntico al que figura en el programa de Gobierno firmado por el PSOE y Unidas Podemos. El mismo que Zucman califica de «poco ambicioso» -el rojo Biden abogaba por situarlo en el 21 %- y la oposición española consideraba abusivo y tachaba de expolio. Una tarifa que debería duplicar los ingresos por sociedades en España y, a mayores, supondría recuperar lo que le sisan los gigantes tecnológicos que se forran aquí y tributan donde les conviene.
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