Fue hace ya muchos años cuando, acompañado de mis padres, visité por primera los jardines de la Quinta de Selgas, en El Pitu, concejo de Cudillero. Además de quedarme maravillado con aquellos espléndidos jardines, declarados los más importantes de España por la Fundación Amigos del Botánico, hubo dos hechos que me marcaron en aquella visita: por un lado, lo que le costó a mi padre lograr que toda la familia pudiésemos entrar a contemplarlos, puesto que, permanentemente, la Quinta de los Selgas estaba cerrada, sin que hubiese un horario o un número de atención con el que poder concertar una visita.
La otra circunstancia que me llamó enormemente la atención fueron las absurdas restricciones y condiciones en las que había que realizar la visita: además de tener que dejar todas las pertenencias en una taquilla, estaba totalmente prohibido realizar fotografías en los jardines del palacio. Muchos años después, hace apenas unas semanas, y ya como diputado, recordé aquel comportamiento del personal del palacio que había vivido siendo un niño, cuando me conminaron a abandonar los exteriores de la Quinta de Selgas, instándome además a borrar las grabaciones que pudiese haber hecho.
Fue después de esa primera visita cuando comencé a indagar acerca de aquel palacio y de aquellos jardines, descubriendo que la Quinta de los Selgas fue edificada, entre los años 1880 y 1895, por los hermanos Ezequiel y Fortunato Selgas Albuerne, que eran originarios de allí. Ezequiel se casó y murió sin descendencia, mientras que Fortunato contrajo matrimonio con María Marín Gisbert y tuvo tres hijos: José, y Ezequiel y Juan Selgas Marín. Mientras que el primero falleció muy joven, los dos últimos se casaron con las hermanas Carmen y Manuela Fagalde Herce, fallecidas en 1992 y 1991 respectivamente. Al no dejar descendencia, todos los bienes de la familia Selgas-Fagalde pasaron a ser administrados por una Fundación, con sede en Madrid y presidida desde su creación por el abogado Gregorio Peña Varona. Por expreso deseo de las hermanas Carmen y Manuela, en el patronato de la fundación están representados, el Gobierno del Principado de Asturias, el Ayuntamiento de Cudillero, la Universidad de Oviedo y la Iglesia asturiana.
Si por algo se ha caracterizado desde su creación en el año 1991 la Fundación Selgas-Fagalde es por el oscurantismo, la opacidad y el desprecio que muestra por nuestro patrimonio cultural y por el Principado de Asturias. Pero lo verdaderamente preocupante es que, a lo largo de estas tres décadas, ni el Gobierno asturiano, ni el Ayuntamiento de Cudillero, ni la Universidad de Oviedo ni la Iglesia han alzado la voz, como miembros del patronato, contra los permanentes atropellos de esta Fundación, sino que han optado por permanecer como convidados de piedra no se sabe muy bien por qué motivo. A este silencio cómplice de los patronos públicos se han venido sumando también los grupos de la oposición, que durante treinta años, y salvo contadísimas excepciones, no han mostrado la más mínima preocupación por la situación de la Fundación Selgas-Fagalde ni por su colección bibliográfica, artística y patrimonial.
Hace unos meses, conocíamos a través de la prensa regional la decisión de la Fundación de vender el cuadro La Inmaculada de El Greco al Museo de Bellas Artes de Budapest. Frente al atronador silencio de todos los patronos públicos (Ayuntamiento de Cudillero, Gobierno asturiano, Universidad de Oviedo e Iglesia), fue el Gobierno de España, a través de la Junta de Calificación, Valoración y Exportación de Bienes del Patrimonio Histórico, quien dictaminó que el cuadro era «inexportable». Tras numerosos intentos por mi parte para poner un poco de luz en torno al impresentable comportamiento de la Fundación y su patronato, y para lo que conté con la imprescindible ayuda del que fuese consejero de Cultura, Emilio Marcos Vallaure, finalmente el pasado 9 de febrero la Consejera Piñán me reconocía en sede parlamentaria que, de cara a la reunión del Patronato de la Fundación Selgas-Fagalde, delegó su voto en el Presidente de la misma, que naturalmente votó a favor del cuadro. Se destapaba lo que venía sucediendo durante los últimos treinta años mientras todos (patronos públicos, pero también oposición parlamentaria) miraban para otro lado: la Fundación Selgas-Fagalde estaba deshaciéndose de gran parte de su patrimonio artístico.
Conviene recordar lo que señalan los estatutos de la propia Fundación: en uno de sus artículos, indican que «el ámbito geográfico de la Fundación lo constituye el Principado de Asturias, y serán sus beneficiarios quienes acrediten ser naturales o residentes del mismo», y en otro afirman que «la Fundación asegurará prioritariamente (…) todas las edificaciones, mobiliario, colecciones artísticas y bibliográficas (...) por lo que el uso de todo ello deberá regularse en forma que se evite su deterioro o degradación y, en todo caso, mantenerse unido sin permitir la dispersión de ninguna de sus piezas o elementos». Parece evidente, por tanto, que la Fundación Selgas-Fagalde está incumpliendo flagrantemente sus propios estatutos.
Unas semanas después de denegarse la venta del cuadro de El greco al museo húngaro, el 13 de abril, descubríamos gracias a un tuit de Jorge Grien que la Fundación de Amigos del Museo del Prado adquiría un cuadro fundamental en la trayectoria profesional e Goya, Aníbal vencedor que por primera vez mira Italia desde los Alpes, perteneciente hasta el pasado año a la Fundación Selgas-Fagalde. A diferencia de lo acontecido con el cuadro de El Greco, aquí nada había que pudiésemos hacer ya para evitar la salida de la obra de Asturias, por lo que todos los esfuerzos deben centrarse en que el Museo del Prado ceda la obra al Museo de Bellas Artes de Asturias.
Precisamente con el objetivo de acabar con los desprecios, el oscurantismo y la opacidad de la Fundación Selgas-Fagalde, el pasado miércoles 19 de mayo logré que la Junta General aprobase, con la única abstención de la extrema derecha de VOX, una moción con tres puntos muy claros: incoar de oficio el expediente de declaración de Bien de Interés Cultural de La Quinta de Selgas, de la Iglesia-Panteón Jesús Nazareno, y de toda la colección artística y patrimonial de la Fundación Selgas-Fagalde en el Principado de Asturias; realizar las gestiones pertinentes para que el Museo Nacional del Prado ceda en depósito al Museo de Bellas Artes de Asturias el cuadro de Francisco de Goya «Aníbal vencedor, que por primera vez mira Italia desde los Alpes»; y solicitar por parte del Gobierno asturiano, como patrono de la Fundación Selgas-Fagalde, la cesión en depósito del cuadro «La Inmaculada» de El Greco al Museo de Bellas Artes de Asturias.
En relación con la incoación de expediente de declaración BIC de la Quinta, la Iglesia y la colección, este proceso ya fue iniciado el pasado viernes, tras mantener una reunión con la Consejera de Cultura y miembros de su equipo, si bien la batalla legal que se avecina para lograr este objetivo será durísima. En relación con la cesión en depósito de los cuadros al Museo Bellas Artes, esperemos que cuanto antes podamos ver estas dos obras colgadas en el Museo asturiano, lo que será garantía para su protección y conservación dentro del Principado.
Conviene destacar, por improcedentes y absurdas, las declaraciones del Alcalde de Cudillero, socialista y patrono de la Fundación Selgas Fagalde, en relación con la venta del cuadro de Goya al Museo del Prado: «Ya somos muy pesados con lo del cuadro. Estamos hablando de una obra de titularidad privada, algo que parece que no está claro, porque seguimos dando vueltas todo el día a esta historia. No es de titularidad municipal ni pública. Una tontería tan absurda y ridícula que damos una imagen de idiotas fuera de Asturias. La gente habla de robo, ¿de robo de qué? ¿Tu familia tiene un cuadro y tienen que opinar tus vecinos? Oye, no. No os confundáis: esto no es patrimonio asturiano».
Esas declaraciones, que no encontraron oposición en ninguno de sus compañeros de partido, ni tan siquiera en el Presidente del Principado, resumen a la perfección los grandes males de la política cultural que vienen aplicando en Asturias los sucesivos gobiernos socialistas: localismo, adanismo e ignorancia supina.
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