El martes por la tarde, mientras veía con rabia y tristeza por televisión la situación que estaba ocurriendo en Ceuta (ciudad que visité hace tres años aprovechando que mi hermana residía allí) con todas esas personas (que no invaden ningún sitio, sino que quieren una vida mejor), sonó mi teléfono. La llamada me dejó helado, en shock, sin saber qué decir ni qué hacer. Sergio González García «Sergín» había fallecido. La noticia fue dura, cruel e inesperada, pero sobre todo injusta. A todas y a todos nos tocará algún día morir y debemos tener claro que estamos de paso porque no somos nada, pero ello no impide quejarse de que no nos merecemos irnos con 41 años recién cumplidos. No era ni es el momento.
Sergín ha dejado huella, como hacen las buenas personas, allí donde estuvo (que no fueron pocos sitios porque tenía una vitalidad y una fuerza de voluntad admirable). Cada una de las muestras de cariño que ha recibido tanto su familia como sus allegados así lo confirma. Conmigo tuvo una relación muy estrecha, especialmente en los últimos seis años, y fueron tantos los debates sobre política, sobre los partidos del Real Oviedo y hasta confidencias de todo tipo que voy a extrañar a alguien a quien apreciaba muchísimo. Me siento más o menos como decía Jarabe de Palo en una de sus canciones: «Soy un completo incompleto, se me para el corazón si me giro y no te veo».
Cualquiera que visite nuestros perfiles en redes sociales, las cuales los dos hemos nutrido de todo tipo de contenidos, verá la innumerable cantidad de fotos que nos hicimos juntos, fruto de encuentros en sidrerías y en otros sitios donde quedábamos para arreglar el mundo. Como es evidente, llevábamos más de un año sin poder hacerlo como nos hubiera gustado por culpa de la pandemia, pero nos habíamos citado para retomar esa vida social que tanto nos unía en cuanto fuera posible. Lamentablemente ya no podrá haber con él más sidras o lo que surgiera, pero no me cabe duda que le recordaré siempre. Me apena la pérdida de un ovetense que ha sido una buenísima persona, un extraordinario luchador en todos los ámbitos, un amigo fiel en el que confiar sin dudarlo, un excelente compañero socialista, un oviedista de los que sentirse orgulloso (porque nunca abandonó al equipo de nuestros amores, ni tan siquiera en los peores momentos) y, en definitiva, un ejemplo de persona en todos los sentidos, valiente, honesto y sincero.
Cuanto me hubiera gustado no tener que escribir esto y poder hablar de otra cosa. Lo que daría por no haber tenido que ir al tanatorio a arropar a su madre y a su padre, de no leer su esquela, de no tener que recibir pésames de tanta gente variopinta que conocía mi vinculación con él y de saber que seguía hablando con toda esa gente a la que animaba cada día, fuera en persona o a través del teléfono… pero bueno, no queda más que recordarle y homenajearle como humildemente he pretendido con este texto. Gracias por tanto, Sergín. Te echaré mucho de menos, amigo. Dejas un hueco irremplazable y espero haber estado a la altura siempre que me has necesitado. Que la tierra te sea leve.
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