Una alerta del móvil me avisó de que a unos cuantos metros de donde me encontraba tomando uno de los varios cafés de la mañana le habían concedido el Premio Princesa de Asturias de las Artes a Marina Abramovic. Resoplé, y seguí tomando mi café. Como soy parroquiano habitual lo comenté con el camarero, a lo que me dijo: «Abra… ¿qué?». «Marina Abramovic, una que es artista y hace performance y pijadas», respondí. Él zanjó la conversación: «A la mínima será familia del mafias ruso del Chelsea».
Rosa Belmonte escribía en Twitter: «Hay que ser paletos. En lugar de dárselo a Manuel Alejandro. Y seguro que la Reina prefiere hablar con ella, no te digo que no». Y no puede estar más acertada, Manuel Alejandro es el mejor compositor en lengua castellana -autor de auténticos éxitos como: Yo soy aquel o Se nos rompió el amor-, muy por encima de todos los demás. Además de éste, entre los posibles premiados también estaba Francisco Ibáñez, el gran maestro del tebeo y padre de Mortadelo y Filemón, Rompetechos y otros muchos. Estos dos genios que tan felices nos han hecho, y no siguen haciendo, parecen no estar a la altura del Premio, o así lo ha decidido el jurado al decantarse por la rusa; una equivocación garrafal como cuando no le dieron el de Humanidades a Manu Leguineche y fue a parar al japonés de Nintendo o como lo de Ángel Nieto.
Lo que parece claro es que a la Fundación le da mejor en cámara la rusa y así las princesitas podrán tener una foto con la Abramovic para subir al álbum. Porque a esta señora, a la que llaman La abuela performance se le destacan logros tales: apuntar a desconocidos con una pistola; dejar que los visitantes de un museo la miren fijamente a los ojos mientras ella está sentada; caminar por la muralla china al encuentro de su marido, cada uno empezando por un lado, un camino de 2500 km, hasta encontrase darse un abrazo y despedirse; o aparecer en un féretro rodeada de dóberman. En fin, ya ven, todo manifestaciones culturales del más alto nivel, algo inalcanzable para el resto de los mortales. O más bien mamarrachadas, que ha sabido vender y explotar al más alto nivel, eso está claro. Porque el mayor atributo de Marina Abramovic es saber colar toda esta filfa, posicionarla y que haya quienes la tengan en cuenta y consideren referente. A mí, si me dan elegir, no sé a ustedes, me quedo con Manuel Alejandro o Ibáñez. Pero igual es que yo no sé nada.
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