Estos días nos hemos despertado con la noticia de la detención, por el estado Sionista de Israel, de Juani Ruiz, una trabajadora española de la Health, Comités de Salud de Palestina. Está en detención administrativa, una extraña forma jurídica, heredada de la ocupación inglesa, que permite el arresto «sine díe», sin juicio ni acusación alguna, por la que puede pasar meses y meses en prisión. Así lleva más de quince días, trasladada de una prisión a otra, para dificultar la vista de sus abogados.
Juani está íntimamente relacionada con Asturias, suele venir con asiduidad para solicitar ayudas oficiales a proyectos sanitarios de la Health. Es una persona muy conocida y respetada en el gobierno y ayuntamientos de Asturias por su forma discreta y eficaz para materializar proyectos de cooperación.
Las excelentes relaciones de Asturias con Palestina y en particular de Gijón con la ciudad de Belén, donde reside Juani, se han materializado, además en la dotación de una escuela en esta ciudad para niños y niñas. Fruto de estas relaciones fue la visita que hizo a esta ciudad el alcalde de Belén y la firma de un protocolo de amistad y cooperación entre ambas ciudades. En reconocimiento a esta cooperación en Belén se puso el nombre de Gijón a una de sus plazas.
Pero, volviendo al tema principal, ¿cuál es el delito de Juana Ruiz? No es otro que llevar la salud al pueblo palestino y recaudar fondos de las instituciones públicas para mantener una red de 25 centros sanitarios: hospitales, ambulatorios y clínicas móviles. Esta detención se veía venir, después del asalto a las oficinas de la Helth y la destrucción de los equipos informáticos. El paso siguiente era detener a Juani para cortar el grifo a la financiación de esta red asistencial porque el objetivo de Israel es que Palestina claudique.
Para entender estos despropósitos hay que saber cómo surgió el estado de Israel y sus pretensiones. La idea de crear un estado judío nace en el siglo XIX, y después del Holocausto nazi, sirviéndose de la mala conciencia de muchos estados, lograron que, siendo una minoría, la ONU les concediera más de la mitad del territorio de Palestina. Para justificarlo se basaban, en unos casos, en el retorno a la «Tierra Prometida» por Yavhé, (una donación sin registro alguno de la propiedad) y en una falacia ampliamente difundida: «Una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra».
El proyecto sionista -con la oposición de muchos judíos- de crear un estado judío, chocaba con la presencia del pueblo palestino. Para ello, desde la partición del 48, han venido practicando una sistemática limpieza étnica: han confiscado casas, tierras, aguas, les han arrancado miles de olivos y han intensificado la presión con sucesivas guerras y asesinatos selectivos y masivos con el objetivo de quedarse con todo el territorio. A día de hoy se han adueñado ya del 90% de su superficie. Pero, a pesar de todo, gran parte del pueblo palestino resiste enraizado en la tierra donde nacieron ellos y sus antepasados.
Israel en esta estrategia de acoso, además de dificultar e imposibilitar las actividades económicas y los servicios, están atentando también contra las ONG's implicadas en el territorio. Están desmantelando las escuelas para los beduinos levantadas por la ONG «Vento di Terra», una iniciativa impulsada por la comboniana Alicia Vacas, premio internacional de mujeres coraje concedida por el Departamento de Estado de EEUU, y recientemente han detenido a la responsable de la red de escuelas infantiles «Gassan Kanafani».
Tampoco les basta con bombardear a los palestinos, ahora quieren agotarlos también privándolos de derecho a la salud. ¿Qué opinión merece cuando se niegan a vacunar a los palestinos contra la COVID 19, mientras se jactan de haberlo hecho con la población judía?
En definitiva podemos decir que este ataque a la cooperación forma parte de la estrategia de acabar con el apoyo a un pueblo que les sobra para imponer su proyecto: crear un estado confesional, exclusivamente judío en todo el territorio
Estas detenciones no son casos aislados, el estado de Israel tiene encarcelados a parlamentarios y parlamentarias como Helida Harrar y otros muchos. También son habituales las de niños y niñas a quienes, con la promesa de liberarlos, los coaccionan para que denuncien a amigos y familiares. Una práctica habitual de la Inquisición, siglos atrás, con muchos judeoconversos para que delataran a los suyos.
Ante esta situación no caben excusas, hay que decir ¡basta ya! Las instituciones públicas tienen el deber de exigir la libertad de Juani y calificar al estado de Israel como lo que es: un estado racista que incumple los derechos humanos y cuya ley es la guerra y la codicia. Hay que dejarse de componendas y adoptar medidas efectivas de presión y pacíficas. Contra un estado que además incumple por sistema las resoluciones de la ONU y del Tribunal Internacional de Justicia y que bombardea y asesina a placer. ¿Cómo se explica que la UE, después de lo visto, premie a Israel con un Tratado Preferencial a sabiendas de que incumple los derechos humanos más elementales, condición «sine qua non» para dicho acuerdo? ¿Cómo se explica que la armada española participe en maniobras militares con Israel?
Se está normalizando a un estado que pretende acabar con un pueblo. Por eso muchos, incluidos muchos judíos antisionistas, claman porque se tomen medidas de presión sobre Israel para que respete la legalidad internacional, pero, también, para que se ponga fin a la indiferencia y la complicidad de los estados llamados democráticos porque se está destruyendo la esperanza de un pueblo y su derecho a existir y a vivir en paz.
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