El debate electoral a seis entre los candidatos de Madrid tuvo su punto, pero pudo haber sido mucho mejor. Visto lo visto, escuchado lo escuchado y reventadas todas las máquinas de verificación de datos del mundo mundial por las trumpistas Isabel Díaz Ayuso (que aguantó el chaparrón) y Rocío Monasterio, hubiera estado bien trasladarlo a otro escenario, a otros platós. Por ejemplo, al del Chiringuito de Jugones. Pedrerol hubiera estado en su salsa. Y los candidatos también, sobre todo aquellos que gustan de interrumpir de manera inmisericorde al rival para evitar que diga algo elaborado, que no sea un eslogan.
Con ese cambio, nos evitaríamos los análisis de quién ha ganado y los debates sobre la importancia del debate. Eso lo decidiría un comité mixto de tertulianos futboleros de amplio espectro, con «cuñados y panenkitas» sentando cátedra y comentando cómo se le empañan las gafas a Ángel Gabilondo (mal candidato),como a Pablo Iglesias (¿estamos ante su epílogo) no le llegaba el dinero para volver en taxi a su casa de Galapagar o como los sólidos y competentes Edmundo Bal (Ciudadanos) o Mónica García (Más Madrid) no emocionaban.
A cambio de este trasvase, el indiscutible triunfador de la semana, Florentino Pérez, tendría que intentar vender y justificar su malhadada competición privada para ricos a los moderadores del debate en Telemadrid. Pondría voz engolada, pero seguro que no saldría muy airoso. Y tal vez acabaría proclamando un nuevo eslogan polarizador: «Superliga, comunismo o libertad».
Comentarios