A veces lo más grave no es el crimen sino la antesala del crimen. A inicios de este mes de marzo los controladores aéreos del tráfico civil en Gran Canaria se encontraron que aparecían en sus pantallas incontables vuelos no identificados en el área al norte de Canarias, de la que son responsables de la seguridad de los vuelos. Y no era ni un virus ni un ataque informático. Eran los aviones del portaaviones nuclear estadounidense USS Eisenhower, el buque emblemático del poderío naval de la superpotencia.
Lo habitual es que se comunique a los servicios de control aéreo de la zona la prevista actividad de vuelos militares con el detalle de los tiempos y la ocupación de las alturas durante los ejercicios, todo ello con el obvio objetivo de no interferir en los vuelos civiles, ni generar preocupación al sistema de control aéreo, como ha explicado José Luis Feliú, portavoz de la Unión Sindical de Controladores Aéreos (USCA) en Canarias.
Maniobras sin aviso
Pero la fuerza naval estadounidense iniciaba sin previo aviso sus particulares ejercicios aéreos a su paso por el norte de Canarias, lo que ha acarreado dificultades a los controladores y a las aerolíneas que vuelan hacia y desde las islas. Incidentes debidos al retraso estadounidense en informar previamente en cumplimiento con las normas internacionales de avisar con antelación de sus actividades aéreas en la zona. Es claramente, por parte de Estados Unidos, un desprecio a la soberanía española, llevado a cabo por un llamado «estrecho aliado».
El portaviones, de casi 100.000 toneladas y capaz de llevar 90 aviones de combate, y que pasó a sólo 50 millas de la costa norte de la isla de La Palma, iba hacia Marruecos. Y venía acompañado de dos cruceros y cinco destructores lanzamisiles, cuyo personal militar llegaba a la cifra de 5.000, para realizar un ejercicio militar conjunto con la marina marroquí -entre Canarias y Marruecos denominado Lightning Handshake 2021 (en español, apretón de manos repentino)- que participaba soló con una fragata, dos cazas F-16 y dos F-5. y un helicóptero.
También el destructor USS Porter se incorporó a los ejercicios navales desde la base española de Rota -aunque sólo tiene su base estable ahí con el objetivo de colaborar en el Escudo Antimisiles de la OTAN, pero EEUU se permite usar estos buques para otras misiones, como atacar con misiles una base del régimen sirio en 2017-, a lo que se ha añadido que, tras las maniobras, otros dos destructores sin base en Rota hicieron escala en ella. Otro paso más en degradarnos.
Dependencia militar
Trump -40 días antes de tener que dejar la Casa Blanca- decidió que Estados Unidos reconociera la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental. Y Biden no solamente no ha cambiado tal decisión que se enfrenta a la resolución de la ONU -que exige un referéndum para que sean los saharauis quienes decidan sobre su futuro- sino que ha dado continuidad a la política de apoyo a Marruecos con estas operaciones navales.
Estas maniobras se llevan a cabo en un momento político grave porque, ante las actividades agresivas marroquíes, en noviembre pasado el Frente Polisario declaró el estado de guerra y, desde entonces, se suceden los ataques militares marroquíes y las respuestas defensivas de las fuerzas de la República Árabe Saharaui Democrática.
Estas maniobras con Marruecos acompañadas de esos alardes de desprecio a España coinciden con el periodo de los seis meses previos al vencimiento -el próximo 21 de mayo después de ocho años de vigencia- del convenio de defensa en Estados Unidos y España militar, que va a ser prorrogado un año, porque se va a aplicar el artículo 69 del convenio -por el que si ninguna de las dos partes comunica por escrito con seis meses de antelación su intención de denunciarlo, y ni España ni EEUU lo han hecho- este se prorroga automáticamente por el plazo de un año.
Un código de silencio
El siniestro «apretón de manos repentino» de Washington a Rabat y sus características ofensivas para España no ha sido noticia en los grandes medios nacionales. Solamente en Canarias la prensa se ha hecho eco de la preocupación social por tales maniobras. Este silencio vuelve a señalar hacia la existencia de un código rojo. No es algo palpable, no está escrito en ningún libro ni reglamento militar, pero se aplica a todo lo relacionado con los asuntos militares de España con la superpotencia estadounidense.
Porque hay un código rojo que funciona cada vez más peligrosamente. En nuestro país, la mayor participación en la estructura militar norteamericana a través de la OTAN, el consiguiente salto en los gastos militares y el papel que juegan las bases militares americanas llevan sucediendo casi sin ser mentadas ni por las principales fuerzas políticas ni por los grandes medios de comunicación. Es decir, aplican el código.
Zapatero acabó su mandato autorizando la instalación del escudo antimisiles estadounidense en Rota. Rajoy continuó al llegar al gobierno en 2012 y Cospedal en Defensa dio más pasos. Y el actual gobierno de coalición sigue manteniendo el silencio respecto a la «hoja de ruta». Y todo ello sin que se haya abierto un debate nacional sobre un tema de vital importancia para la vida y la seguridad de los españoles.
Comentarios