Cuando Pedro Sánchez es portador de buenos anuncios, se le pone un tono melifluo, como si tratara de seducir a las señoras de mi edad, como si quisiera ser el yerno deseado por ese público femenino. Eso no puede ser obra de Iván Redondo, por mago que sea el señor Redondo. Eso le viene de fábrica, como el airbag de los buenos coches, y creo que es una buena cualidad política: sabe poner tono duro cuando discute con Casado, aunque no le responda a una sola pregunta; sabe poner voz de autoridad cuando defiende a Felipe VI; sabe manejar un cierto encanto cuando se cruza con un periodista, a ver si lo gana, y tiene un estilo de eso, de buen yerno, cuando se pone ante las cámaras de televisión. En el teatro de la política es un aceptable actor. A veces algo empalagoso para quienes no podemos ser sus suegras, pero resultón, creo que se sigue diciendo así.
Ayer le tocó poner la doctrina que sigue a los Consejos de Ministros con la solemnidad que corresponde a un jefe de Gobierno. No era mal día: la oposición estaba proclamando el desastre por las cifras del paro, pero presentarse con 60.000 parados menos y 70.000 afiliados más en marzo de pandemia y de estadísticas ruinosas era como una victoria sobre los elementos. Además, estaba todo lo que había anunciado la ministra Darias: la llegada de camiones y camiones de vacunas que la vicepresidenta Nadia Calviño había elevado a la categoría de salvamento económico. Buen día para salir a la palestra.
Era buen día, porque la estrategia de Sánchez consiste en las siguientes fases: primera, dejar atrás el 2020 como el año negro que el Gobierno, con trabajo y sabiduría, había conseguido superarla con más eficacia que el calendario. «La prueba más dura -dijo ayer- es volver la vista atrás, a hace un año». Segunda, proclamar el 2021 como el Año Santo de la Vacunación, y las previsiones se lo permiten: entre este mes y el de junio entrarán en el país 38 millones de dosis; a finales de junio estarán o estaremos inmunizados 33 millones de españoles, y cuando llegue la matanza del cerdo no estará vacunado quien no quiera. «Nos van a sobrar vacunas», había dicho el doctor Simón.
Así que las farmacéuticas y las compras europeas están funcionando de acuerdo con la hoja de ruta de la Moncloa, como si formaran parte de la coalición. Se supone que antes del 4 de mayo, fecha de las urnas de Madrid, tendrá que haber una nueva revelación presidencial, porque el personal, sobre todo el madrileño, tiene que estar contento para votar a Gabilondo. Ese sería el gran mojón para llegar a la tercera fase, año 2022, en que el prodigio tiene que ser otro: el económico, que dice el Fondo Monetario Internacional que vamos a crecer más que nadie en Europa.
Y así, partido a partido, el yerno deseado nos irá llevando por la senda de la felicidad. De su felicidad, que será planificarlo todo para llegar triunfante a las urnas del 2023.
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