Veo, con creciente preocupación, a través de mi ventana la neblina que rodea la ciudad. La mala calidad del aire es algo habitual y conocido desde hace tiempo. Sus efectos perjudiciales sobre la salud son constatados desde la medicina, la ciencia y las instituciones; nadie osa contradecir ese efecto pernicioso.
El Ministerio de Sanidad reconoce que «la Organización Mundial de la Salud ha estimado recientemente que 3,7 millones de fallecimientos anuales en el mundo pueden ser atribuibles a la contaminación atmosférica. La Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer clasificó en 2013 la contaminación del aire como cancerígena. Desde el punto de vista de la salud pública, es importante destacar que, si bien la gravedad del impacto es variable en los individuos, toda la población está expuesta. Una proporción significativa de la población europea vive en zonas, en especial las ciudades, donde en ocasiones se sobrepasan los niveles de contaminación perjudiciales para la salud».
El Ministerio de Transición Ecológica, se hace eco de que «las administraciones públicas han de garantizar un aire limpio, estableciendo medidas que avancen en la eliminación de los agentes contaminantes perjudiciales para nuestra salud. Para ello, contar con información transparente y accesible es fundamental. Este índice nos ofrece precisamente eso: una monitorización en tiempo real de cómo está la calidad del aire en nuestro país, que facilitará datos claros a los ciudadanos, a las administraciones y al sector privado. Con ellos, no sólo podemos actuar en el día a día, reduciendo al máximo nuestra exposición a elementos contaminantes, sino también diseñar estrategias y herramientas para lograr que en España no haya ninguna estación con niveles por encima de las recomendaciones marcadas por las autoridades sanitarias».
La calidad del aire que respiramos no siempre es lo buena que desearíamos. A ello debemos sumar que existen fenómenos atmosféricos que complican aún mas esa situación, como ocurre con la llegada, durante varias veces al año, de aire sahariano sobre la Península. Eso ha provocado que la foto de la calidad del aire, por ejemplo en partículas PM 10 y 2,5 se encuentre con valores que sobrepasan los límites y que incluso llegan a duplicarlos.
No hay más que darse una vuelta por Asturias para darse cuenta de que, además, es época de «limpiar» los montes (públicos y privados, comunales, vecinales, etc.) algo que se lleva a cabo utilizando el fuego, año sí y año también, por parte de personas que solo piensan en sus intereses y nada en los ajenos.
Sin embargo, ante la llegada nuevamente de aire sahariano lo único que se ha hecho es enviar una alerta de que se prevéen concentraciones elevadas de partículas en el aire durante varios días, al menos desde el 29 de marzo hasta el 3 de abril. Y yo me pregunto ¿es lo único que pueden hacer nuestras administraciones? Yo creo que no. Hay muchas cosas que se puede implementar, pero ello pasa por involucrarse de verdad con la salud de las personas. Pasa por invertir en espacios verdes de calidad, en arbolado, en movilidad sostenible, en evitar los incendios como fórmula de gestión de los montes, en exigir controles y medidas a las empresas y a los vehículos.
Pasa por dar un paso al frente y comenzar a gestionar colocando la salud de las personas como algo prioritario y no sucumbiendo ante todos los lobbys que buscan ganar el máximo dinero con la mínima inversión, por permitir que cada uno haga lo que quiera porque es más fácil que trabajar por cambiar hábitos incorrectos, pasa por involucrarse y no gestionar con las mínimas molestias posibles, pasa por implicarse a favor de toda la ciudadanía y no solo de unos pocos.
Espero que para la siguiente llegada de aire sahariano hayamos aprendido algo y preveamos alguna medida de mayor alcance que colocar un simple aviso.
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