Hay días en la vida a los que uno nunca se quiere enfrentar, días trágicos que nos marcan de tal forma que ya nunca más podremos borrar su recuerdo. Ha fallecido Conchita Quirós, qué pena tan grande. Sabíamos que no iba a ser eterna, pero yo siempre lo creí así: por su vitalidad; por su sonrisa perpetua; por la manera de moverse por la librería, ya cansada por la edad, pero siempre firme; porque los libros abrigan y amparan; y por pertenecer a esa generación que no tenían nada y construyeron nuestro mundo. Hay gente que siempre está aunque se haya ido, y ella pertenecía a esta clase.
Oviedo llora la muerte de su gran dama de la Cultura. Mucho le debe la ciudad, los ovetenses y, en general, todos los lectores del mundo a Conchita. Ese bastión cultural frente a la barbarie que es la Librería Cervantes siempre llevará su esencia, porque mucho de lo que es se lo debe a ella. Siempre las puertas abiertas y todas las facilidades a escritores, editores, periodistas y clientes. Esas cuatro plantas son casa para muchos, y no hay lugar a duda de quién fue la gran artífice de todo esto. Quien escribe, que no aspira a muchas cosas pero sí selectas, soñaba con alguna vez en su vida poder presentar un libro en Cervantes acompañado de Quirós; en ese lugar donde pudo escuchar y ver, porque escuchar siempre es lo más importante, a sus autores favoritos y con esa señora que lo hizo todo posible.
Muchas generaciones de lectores estamos en deuda con Concha, porque entre los pasillos y estanterías de Cervantes, también en El Búho Lector, forjamos nuestra afición a los libros y fijamos las preferencias. A uno que se le hace imposible acudir a una librería y marcharse con las manos vacías, no digamos ya en Cervantes. Rosa Belmonte siempre dice que «ser rico es poder comprarse todos los libros que uno quiera», yo añadiría que también es tener una librería de confianza, y es mucho más barato.
La gran labor de Conchita fue reconocida en numerosas ocasiones, consiguiendo muchos premios, tanto ella como la librería. Pero si algo demuestra su grandeza no son tanto éstos, sino las cientos de condolencias llegadas desde los lugares más recónditos y la tristeza que envuelve al mundo cultural.
Dejaste a la Cervantes a buen recaudo, con una dirección y trabajadores magníficos, pero seguirás siendo el alma de todo. Será imposible volver a la librería, a tu casa, y no tenerte presente. Conchita, te echaremos mucho de menos.
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