A estas alturas, Pablo Casado debería conocer ya lo de Rubén Blades en Pedro Navaja. «Cuando lo manda el destino no lo cambia ni el más bravo. Si naciste pa' martillo, del cielo te caen los clavos». Pretender que abandonando la sede su partido se va a librar de la negra sombra de Bárcenas es de un candor admirable. Después de que el PP se haya pasado una década acusando a sus enemigos de estigmatizar a Rajoy y a Aznar sin que hayan sido siquiera acusados de nada, proclamar ahora que hay que salir pitando de Génova porque su reforma «se está juzgado esta semana» es no solo una incongruencia, sino una claudicación tan prematura como inútil. ¿O es que cree Casado que cuando haya una sentencia en los casos Bárcenas, Púnica, Lezo, Kitchen y tantos otros sus enemigos no le dirán nada por el hecho de que el PP se haya mudado del barrio de Chamberí al de Salamanca?
Haber navegado durante dos años y medio con esa sobrecarga en la sentina sin hacer nada y arrojar ahora ese lastre a toda prisa, sin avisar siquiera a la tripulación, por haber embarrancado en Cataluña, es una maniobra de grumete, más que de capitán, que puede desestabilizar la nave. Si Casado inmola al PP ofreciendo ahora a sus rivales ese sacrificio simbólico de la mudanza, no le quedará nada que entregar cuando llegue el tropel de sentencias. Y, además, con esa teoría infantil de la responsabilidad política de los inmuebles, habría que cerrar unos cuantos. Sin ir más lejos, en Ferraz, que fue registrada a fondo por el juez Barbero, se urdió Filesa, caso de financiación ilegal por el que fue condenado el senador socialista Josep María Sala, al que, después de pasar por prisión, el PSOE no solo no repudió, sino que rindió homenaje y rehabilitó en la ejecutiva del PSC. En el sótano de esa sede se vivió aquel esperpento cuando Pedro Sánchez intentó un pucherazo interno situando una urna detrás de un biombo. Y unos días antes, una señora gritaba que allí no entraba ni dios porque ella era «la única autoridad». En un despacho de Ferraz, según declaró el socialista Ricardo García Damborenea, se discutió la estrategia a seguir tras destaparse el caso GAL. Y allí siguen instalados el PSOE y Pedro Sánchez.
Con esa tesis, la presidencia de la Comunidad de Madrid sería franquista por estar ubicada en la Real Casa de Correos de la Puerta del Sol, sede de la siniestra Dirección General de Seguridad de Franco. Y habría demoler El Pardo, porque allí, donde brillaba siempre la lucecita, pernoctaba el caudillo. Si Casado quiere romper con un pasado que es el suyo, está en su derecho. Pero no lo logrará por la vía inmobiliaria. Hacerlo le será tan difícil como vender Génova a buen precio, porque quien lo compre se encontrará por las noches con el fantasma de Bárcenas. Ya se sabe que las casas en las que se ha cometido un crimen tienen mala venta. Y más, si es el propio vendedor quien afirma que lo hubo. De modo que más le valdría a Casado ponerse a trabajar de una vez desde Génova para ganar las elecciones a sus adversarios que huir de allí a la carrera para hacerse perdonar por ellos.
Comentarios