Canadell, Laura Borràs y la Ley de Murphy: cuando todo es susceptible de empeorar
OPINIÓN
Alguna vez he mencionado aquí a Harvard Rabushka y Kenneth Shepsle, que en 1972, en su ensayo Políticas en sociedades plurales, una teoría de la inestabilidad democrática, ya alertaron de que cuando en un territorio entra el virus identitario, siempre se produce el mismo efecto: la sociedad, en la que hasta entonces convivían con cierta armonía ideologías tradicionales (conservadores y progresistas), se divide en dos bloques irreconciliables, y a partir de ahí cada uno de esos bloques se va polarizando, imponiéndose las facciones más duras. Así ha ocurrido en Canadá, Bélgica, el Ulster, el Reino Unido del Brexit… Y obviamente en Cataluña. El tránsito que va de Tarradellas a Pere Aragonés, pasando por Pujol, Mas, Puigdemont y Torra, confirma las tesis de Rabushka y Shepsle. Y como la tostada siempre cae del lado de la mantequilla, es bastante probable que el presidente de la Generalitat antes del verano acabe siendo Joan Canadell.
Canadell es un ingeniero hasta hace poco conocido únicamente por presidir la cadena de gasolineras Petrolis Independents. Con la fuga (exilio, según el vicepresidente Iglesias) de Puigdemont a Bélgica, lideró la idea del Consell de la República, un chiringuito organizado para pagar el casoplón de Waterloo, que dispensaría el DNI catalán, una criptomoneda propia o una aplicación móvil para votar. Su nombre saltó al gran público cuando en mayo pasado se hizo con la presidencia de la Cámara de Comercio de Barcelona, a base de anular votos de sus rivales, según ha denunciado recientemente la Fiscalía. Su gran iniciativa hasta la fecha ha sido una mascarilla de cartón que no cumple la normativa, «diseñada en Cataluña, que se podría fabricar 100% en Cataluña», y que promocionó en horario de máxima audiencia en TV3.
Pero hasta la fecha su proyecto vital ha sido otro. Canadell, lo más parecido que tenemos en España a Donald Trump, es la cara visible del Institut Nova Història (INH), una entidad revisionista que impulsa teorías disparatadas sobre la historia de Cataluña. En Twitter, donde suma 96.000 seguidores, Canadell y los iluminados del INH defienden que la literatura catalana creó el Siglo de Oro, escrito en catalán y traducido al castellano. Que personajes como Leonardo da Vinci, por supuesto Colón, Shakespeare, Erasmo de Rotterdam, Santa Teresa de Jesús o Marco Polo eran más catalanes que Guardiola, verdad histórica ocultada durante siglos por la censura española (y holandesa, italiana...).
Hace unos meses, ocho historiadores próximos a ERC publicaron un libro para desmontar estos delirios, alertando de que el «INH ha logrado una legión de seguidores en toda Cataluña que llenan auditorios dispuestos a creerse acríticamente todos los descubrimientos que se les plantean». En el libro denuncian también que la gran impulsora de la INH ha sido TV3, que ha admitido financiar hasta siete documentales de la INH, difundidos en bucle en horarios de máxima audiencia.
Para que Canadell, número dos de Laura Borràs, acabe de presidente tienen que pasar tres cosas más que posibles: que Junts gane a ERC, que el bloque secesionista sume 68 y que el Supremo inhabilite a Borràs, citada por el Supremo para declarar por la presunta adjudicación irregular de 18 contratos a un amigo cuando presidía la Institució de les Lletres Catalanes. En ese caso, unas eventuales nuevas elecciones no podrían celebrarse antes de un año, como ocurrió en el 2017 cuando la CUP le tumbó los presupuestos a Puigdemont.
Borràs y Canadell son también firmantes del Manifiesto Koiné, que califica a los catalanes nacidos en el resto de España como «colonos lingüísticos». Canadell y Borràs, Rabushka y Shepsle, la Ley de Murphy y el suelo de la política española pringado de mantequilla.
Comentarios