Estados Unidos es, sin duda, un gran país. Pero, además de serlo, ha puesto siempre un especial énfasis en parecerlo, como parte del vector cultural de la estrategia para mantener una hegemonía geopolítica que, por cierto, no deja de menguar en lo que llevamos de siglo.
Esa decadencia, en un contexto de incertidumbre global, tanto a nivel económico como ecológico, hace que la gente necesite certezas, aunque sean disparatados clavos ardiendo. Y como en un mundo dominado por el darwinismo social de corte neoliberal las certezas de bienestar material son irreales, los aspirantes a controlar los recursos de todos necesitan construir inasibles certezas simbólicas (la grandeza de la patria) para superar engorrosos trámites electorales.
Eso no explica por sí solo cómo un personaje como Donald Trump pudo acceder a la presidencia de los Estados Unidos en 2016.
Otra de las claves podría encontrarse, precisamente, en un importante libro norteamericano que suelo consultar de vez en cuando. Cerca del final del mismo hace la siguiente descripción de una personalidad: Un patrón general de grandiosidad (en la imaginación o en el comportamiento), una necesidad de admiración y una falta de empatía, que empiezan al principio de la edad adulta y que se dan en diversos contextos como lo indican cinco (o más) de los siguientes ítems:
1- tiene un grandioso sentido de autoimportancia (p.ej., exagera los logros y capacidades, espera ser reconocido como superior, sin unos logros proporcionados).
2- está preocupado por fantasías de éxito ilimitado, poder, brillantez, belleza o amor imaginarios.
3- cree que es «especial» y único y que solo puede ser comprendido por, o solo puede relacionarse con otras personas (o instituciones) que son especiales o de alto estatus.
4- exige una admiración excesiva.
5- es muy pretencioso, por ejemplo, expectativas irrazonables de recibir un trato de favor especial o de que se cumplan automáticamente sus expectativas.
6- es interpersonalmente explotador, por ejemplo, saca provecho de los demás para alcanzar sus propias metas.
7- carece de empatía: es reacio a reconocer o identificarse con los sentimientos y necesidades de los demás.
8- frecuentemente envidia a los demás o cree que los demás le envidian a él.
9- presenta comportamientos o actitudes arrogantes o soberbios.
Parafraseando a Gila diría que «aquí alguien se quiere demasiado a sí mismo, y no quiero mirar a nadie». Y es que este personaje, idolatrado por supremacistas de todo el mundo (blanco heterosexual), se considera poco menos que merecedor del Premio Nobel en varias disciplinas, y que por eso, y por su cara broncínea, ganaría todas las elecciones a las que pudiera presentarse. Lo dicho, un caso de libro. Concretamente del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría (versión IV-TR: F60.8 Trastorno narcisista de la personalidad).
Diría que los psiquiatras estadounidenses lo tienen bastante claro. Pero son los políticos, en este caso del Partido Republicano, los que, para amarrarse al poder, han mirado para otro lado y se han subido a la estela de este fugaz cometa de enajenación.
Desde entonces, como un nuevo mesías, va repartiendo maná argumental a salvapatrias incomprendidos, a genios conspiradores desfacedores de conspiraciones, a iluminados eclipsados por la vulgar cotidianidad; además de acaudillar a una legión de desesperados decepcionados con la política convencional con un acceso negligentemente fácil a las armas.
Una enajenación de lesa patria que está llevando al país, ya de por sí narcisista, a unas cotas esperpénticas muy peligrosas. Hasta el punto de que un periódico keniata se preguntaba en un gran titular: «¿Quién es la república bananera ahora?».
Si para tener armas o para conducir una máquina que accidentalmente puede matar hace falta obtener un certificado médico de aptitudes psicofísicas, ¿no serían preceptivos ciertos filtros aptitudinales para conducir un país? Especialmente si es un país capaz de desencadenar la devastación nuclear, entre otras calamidades.
¿Y la próxima semana? La próxima semana hablaremos del gobierno.
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