Es curioso, y nos define como sociedad, la cantidad de espacio y tiempo que se han dedicado, que hemos dedicado, en los medios de comunicación al cierre y las restricciones de la hostelería, del comercio y de las actividades deportivas, y lo poco que lo han hecho al del sector cultural. Parece que nadie piensa en la cultura, que a nadie le importa: la cervecita lo primero y ante todo.
Al fin, y ya era hora, el Gobierno de Barbón ha autorizado la reapertura del tinglado cultural en Asturias, y lo que me alegra, por otro lado me enfurece: ¿Por qué se cerró cuando era seguro? No se conoce ni un solo caso de contagio, cero, en teatros, auditorios, cines, conciertos, museos y demás actividades culturales; pero aún así decretaron un cierre absurdo e innecesario: mandando a los trabajadores a sus casas y enojando a los que gozamos con sus creaciones. Las decisiones salomónicas que está adoptando el Principado respecto a la COVID siempre yerran, y éste es un ejemplo más. De nada sirve aprobar esos paquetes de ayudas que de sobra saben que son insuficientes, pero que quedan muy bien para ocupar titulares y salir en la foto. El daño ocasionado por el parón, terreno fértil ahora devastado, no se soluciona con unos cuantos euros y difundir unas cuantas piezas por la red, que sí ayudan, pero que más bien parecen limosna. Sólo piden que se les permita hacer su trabajo, con seguridad y garantía, como siempre lo han hecho desde que el coronavirus irrumpió en nuestras vidas.
A la ya por sí difícil empresa de trabajar en el sector cultural en Asturias, súmenle todo tipo de restricciones y prohibiciones posibles. Por eso muchos han tenido que irse fuera a buscar lo que aquí se les niega: trabajar. «En Asturias no sale nada, está parado. Estoy ahora en Madrid, me van saliendo algunos bolos y voy tirando. Es lo que hay», me dice el cómico Litos Fernández. El desconocimiento de qué va a pasar, de por cuánto tiempo permanecerán abiertos, de si volverán a tener que dejarlo, genera miedo en un sector ya de por sí inestable. «La cultura es necesaria, no puede ser olvidada», la actriz Bea Canteli me cuenta que han seguido ensayando, pero muchas veces con cierto decaimiento y dudas, sin saber muy bien con qué fin; ahora le han reubicado para diciembre todas las obras que tenía durante el cierre, se muestra contenta pero con cautela.
Los músicos son uno de los grupos más golpeados, porque sus creaciones que surgen de la creatividad y la soledad no se completan hasta que suenan ante una concurrencia. Necesitan volver a sentir al público, tocar en vivo, gozar de esa simbiosis mágica que se da entre los que están encima de un escenario y los que les escuchamos desde abajo. Rafa Tarsicio, vocalista y letrista de «Tigra», insiste: «Seguimos haciendo música y nos escuchan por Internet, pero no es lo mismo. La cultura se empobrece si no se comparte, esto es fundamental». Al grupo les tocó de lleno todo esto, acababan de sacar un nuevo disco «Muy entero» y vieron truncada toda la gira de promoción.
Con decisiones erróneas y arbitrarias, que nos hacen creer que pasan por el tamiz de expertos, están cortando la cabeza a varias generaciones de artistas y creadores. Todo lo que ellos están ahora sufriendo, lo pagaremos en un futuro como sociedad. Esperemos que esta reapertura se mantenga en el tiempo, que no volvamos a desandar lo avanzado, y que en poco tiempo podamos disfrutar a aforo completo: todo es mejor si se comparte. La cultura es segura e imprescindible, no te hace mejor, pero hace que la vida lo sea.
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