Respuesta: Inocularles el virus en cantidades suficientes para ingresarlos en las UCI o reducirlos a polvo.
P: ¿Qué quiere decir con «reducirlos a polvo»?
R: Le remito al Génesis, «polvo eres, y al polvo volverás».
P: Pero, ¿lo está diciendo en serio?
R: ¿Acaso no es serio que ya son polvo o huesos miles y miles de personas en este país, quizá más de 60.000, aunque nunca sabremos el número exacto, y que al final de la pandemia podrán llegar a 100.000? Quien no se vacune será causa de que haya más cadáveres y más sufrimiento.
P: ¿Y la libertad personal?
R: Ah, el argumento de la libertad… Es realmente aplastante, un dogma. Libertad, por ejemplo, para reducir a mercancías a los hombres que, destruidos y atormentados, enferman de cáncer, diabetes, dolencias cardiovasculares, depresión, se suicidan. En las historias clínicas hallará usted el significado de la libertad.
P: Me refería a libertades como la de elección.
R: Sé a qué se refería, por eso le hablé de la mercancía. Una persona sin recursos puede, en teoría, elegir entre la indigencia o convertirse en mercancía para el sobrado; es decir, no tiene elección. En el caso de la libertad entre vacunarse o no yo distinguiría dos colectivos. Uno es el de los antivacunas, un movimiento que va ganando adeptos de forma asombrosa, en nada distintos a los movimientos negacionistas del Holocausto, del golpe de Estado del 36 y del franquismo criminal, del odio al castellano y a lo español, etcétera. No dejan de ser eunucos de cuello hacia arriba que siguen a pastores iluminados, semejantes a las sectas, religiosas o laicas, que hay por todo el mundo, especialmente en EE.UU. y Latinoamérica.
P: Hablaba de dos colectivos. ¿Cuál es el segundo?
R: El segundo entronca con el primero porque o son negacionistas de la pandemia y de la ciencia en general o desconfían de ella cuando se logra algo nuevo, como las vacunas contra el SARS-CoV-2.
P: ¿No es natural temer que te inyecten el virus sin saber si hay complicaciones?
R: En primer lugar, las vacunas no contienen el virus atenuado o en cantidades bajas, que es lo que ocurre con otras vacunas, y no pasa nada. Contra esta pandemia se ha diseñado una estrategia novedosa, que es evitar que el virus se adhiera a las células, dicho así para que se entienda, porque hay más de una estrategia, pero todas en esta línea. En segundo lugar, nunca hasta ahora han trabajado tantos investigadores en dar a la humanidad un remedio para acabar con una infección que está exterminando a tanta gente, muy especialmente a los desposeídos, y, de seguir así, con el tiempo, alcanzaremos los aproximadamente 50 millones de muertos de la gripe española de 1918. Tenga en cuenta que los siete millones de fallecidos de los que se habla, de multiplicarlos por dos, arrojaría una cifra más creíble.
P. Bien, y ¿cómo convencer a la población de la conveniencia de vacunarse?
R: El Gobierno español y los regionales, que están siendo aliados eficaces del coronavirus, al igual que una minoría muy, pero que muy mayoritaria de gente irresponsable, egoísta y también criminosa, debió de haber comenzado ya campañas de información. Explicar que estas vacunas que se van a administrar han pasado con éxito las tres fases exigibles a cualquier medicamento y que los organismos reguladores de la UE y de España, cuando den el visto bueno en los próximos días o semanas, será el certificado que asegure su viabilidad, la misma que tiene la quimioterapia y que asumimos pese a los transtornos terribles que ocasionan.
P: ¿Por qué carga contra los políticos y la gente corriente?
R: No voy a repasar los comportamientos deplorables de unos y otros desde el febrero pasado. Me limitaré a señalarle que estas Navidades serán unas jornadas de puertas abiertas al Infierno.
P: Bueno, ya se verá. Pero volviendo a la vacuna, ¿está segura de que no tendrá ninguna consecuencia?
R: La seguridad absoluta es una quimera, como la felicidad y tantas otras ideas fantásticas de los hombres. Puede surgir alguna reacción, pero leve, unas décimas de fiebre, dolor muscular, los mismos o parecidos síntomas que algunos presentan al vacunarse contra la gripe. Pero imagínese que por culpa de un remoto desenlace fatal no se hubiese suministrado la vacuna de la viruela, de una virulencia extrema. Resultado de la vacunación masiva, la viruela ha desparecido. O de la polio. Es interesante este virus porque da cuenta de lo necios que somos. Si, como la poliomielitis, este coronavirus dejara paralíticos a los niños, ¿nos pondríamos en manos de la Fortuna para que nuestros hijos no se infectaran o iríamos con ellos al galope a nuestro centro de salud para vacunarlos?
P: Iríamos corriendo.
R: La diferencia entre la polio y el coronavirus está en que aquella es visible y este no lo es.
P: Cómo que no lo es
R: No en la medida suficiente. Se lo voy a exponer con el predicado más exitoso de Protágoras. Para este filósofo, admirado por sus coetáneos Sócrates y Platón, aunque no sin cierto recelo, «el hombre es la medida de todas las cosas». Esta homomensura tiene varias interpretaciones, y me voy a acoger a una, la de Sexto Empírico. Este erudito entendió que el hombre de Protágoras es hombre-media en tanto en cuanto «todo lo que aparece a los hombres también existe y lo que no aparece a los hombres tampoco existe». Me advertirá usted que los enfermos de la Covid-19 existen para los hombres, y así es, pero la reflexión que yo quiero hacerle es que no existen en la medida que existen, por ejemplo, los paralizados por la polio. Estoy forzando la homomensura de Protágoras, de acuerdo, pero solo para mostrarle que hay dos varas de medir. Una, la de la polio, es la que se visualiza en la calle, directa y espeluznante; la otra, la del coronavirus, es la que se visualiza, fundamentalmente, a través de las imágenes de pacientes en los hospitales, que es alejada, indirecta, asumible. Y ahí están los resultados que conocemos pero orillamos, tapiamos. Entonces, la vara de medir que más conviene a los antivacunas y a los fraternos del «tú primero por si acaso» es que «acompañen» a las víctimas como víctimas.
(Sugerida por el director de este diario, la entrevistada, no obstante, pidió el anonimato. La conversación tuvo lugar en un psiquiátrico para cuerdos).
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