Dña. Francisquita, el personaje de Aldecoa, se horrorizaba cada día a las once, con la tila matinal: era una viciosa de la virtud que encadenaba condenas y repulsas contra los virtuosos del vicio mientras se abanicaba la pechuga. Así andan nuestras derechas, con un vicio de virtud patriótica tan subido que tienen que chillar «España» porque, no teniendo el gobierno, de su país solo les queda el aullido de su nombre («stat rosa pristina nomine»). No hacen oposición, salvan a España, no son de derechas, son patriotas. El PP de Esperanza Aguirre fue una banda, con todo tipo de desfalcos, robos y abusos. Pero, a la hora de la patria, la patriótica es una virtud suprema en la que se diluyen los vicios como un cubito de hielo en la sopa, así que se cree legitimada para salir de la caverna y ungir a Casado y Abascal por patriotas. Pierde el tiempo quien quiera hablar de tráficos, gandulerías y mamandurrias de estos personajes. Como en su día la Legión, el patriotismo borra todas las faltas. Hasta se puede ser tan miserable de querer fusilar a veintiséis millones de españoles y tan cagao de negarlo tartamudeando cuando la justicia amaga con el asunto. No importa lo miserable que seas a escondidas ni la mierda floja que se te caiga por la pernera del uniforme cuando te pillan: siendo un vicioso de la patria, contigo está la virtud.
Con el sectarismo pasa como con el egoísmo. Un rico sin escrúpulos que arruina y abusa en beneficio propio, pero generoso y leal con su familia y amigos, ¿es egoísta? ¿No tenemos todos una frontera emocional más allá de la cual dejan de importarnos los demás? Salvo topicazos santurrones, todo el mundo tiene un exterior hacia el que decae su altruismo. Lo que distingue a los generosos no es que no tengan conductas egoístas. Es que esa frontera de altruismo dibuja un área mayor y sobre todo que la frontera no es limpia, sino impura: no concentra todo el altruismo dentro y deja solo hostilidad hacia fuera. Aunque lo quiera tanto como el egoísta, el generoso no protegerá a su hijo dando codazos al hijo de otro.
Con el sectarismo pasa algo parecido. Es sectario, por ejemplo, quien solo argumenta con la ideología. Entiéndase: toda argumentación sobre asuntos públicos es ideológica; pero el sectario solo tiene el nombre de su ideología o la del rival como justificación. Es sectario el que solo objeta que el Gobierno es social-comunista y filoetarra. Desde luego, no sé qué tiene de malo ser socialista, ni por estos barrios ser comunista. ¿Quién hizo más sacrificios que los comunistas, no solo por las libertades, sino porque además llegaran en paz y sin un baño de sangre (lo dice uno que dice no ser comunista, en parte porque no lo es y en parte porque no cree haber hecho méritos para ello)? No me digan que el Borbón o Fraga. Tampoco sé qué hizo este Gobierno para merecer etiquetas tan aristocráticas; las carcajadas que se echará Nadia Calviño con sus diez allegados en Nochebuena con la cosa de socialcomunista. Ni sé qué une al Gobierno con ETA. Bildu va dejando atrás lo que fue ETA y ni es parte del Gobierno ni coaligado suyo. No hay nadie en el Gobierno que no crea que cada tiro en la nuca fue un crimen. ¿Hay alguien en el PP que admita que Franco fue un criminal? Y no hablo solo del PP o Vox. ¿Qué parte de los presupuestos creen Felipe González o Alfonso Guerra que son etarras o comunistas? Como buenos sectarios, solo argumentan perorando ideologías. No debí mencionarlos diciendo que no hablo solo del PP o Vox. ¿No es González uno de los presidentes sugeridos por Vox para un golpe de estado? ¿No suenan sinceros cuando lo dicen?
Pero decía que el sectarismo es como el egoísmo. Yo recomendaría hablar con los fascistas de la manera en que estoy diciendo que se es sectario. Creo que nunca hay que entrar al trapo de las burradas ultras y solo hay que debatir con ellos sin otro argumento que la mención de su ideología y la brutalidad que la acompaña. Como un sectario. Decíamos que todos tenemos conductas egoístas y solo se distingue al generoso por el tamaño del área de altruismo y la rigidez de su frontera. De la misma manera, todos agotamos en algún punto la racionalidad y nos hacemos sectarios. El ultra y el demócrata se distinguen por el tamaño del área en el que se practica la racionalidad y por la rigidez de la frontera. El ultra es sectario con oponentes normales en democracia. El demócrata solo es sectario con ideologías que no pueden convivir con otras ideologías. El ultra necesita mentiras y odio. El demócrata no tiene que mentir para denigrar al partido ultra, ni tiene que odiar. En los demócratas la mentira y el odio son debilidades. El demócrata que odia a Vox se equivoca (odiar afecta al buen juicio, decía Corleone). En Vox no es un error, el odio es como el barro para el alfarero, su materia prima. Ellos son los que sueñan golpes de estado, farfullan fusilamientos y quieran inflar a hostias a los hijos del puto coletas.
Siempre desconfié de los nacionalismos y la religión en la vida pública. Son los dos elementos compulsivos que más limitan la racionalidad. A los nacionalistas les gusta decir que todos lo somos, unos independentistas y otros unionistas. No es así. Todos tenemos patria y emoción nacional o grupal, pero el nacionalista siempre vive en estado de excepción. Siempre hay una amenaza o una grandeza en ciernes, alguna urgencia que relega debates y racionalidad. El diccionario dice que patriotero es el que alardea excesiva o inoportunamente de patriotismo. Cuánta redundancia. ¿Hay alguna afirmación patriótica que no sea excesiva, inoportuna y cutre (qué mamarrachada el kilómetro ese de bandera nacional)? Alardear de patria, como alardear de apellido, es una mezcla de horterada y ranciedad reaccionaria. Las derechas aplican el sectarismo como el egoísta el egoísmo: en áreas pequeñas y con fronteras brutales. En su discurso no caben más que ellos: el exterior es comunista, el ISIS de la pandemia (sic), la destrucción de España; deliran ser la oposición de Cuba, alucinan arriesgar su vida por la libertad contra un gobierno ilegítimo. Sectarismo papanatas en vena. Ahora se encapsula en patriotismo para darle el toque de estado de excepción y hacer que las banderas nacionales chorreen odio. No son viciosos de la virtud patriótica, son virtuosos del vicio patriotero.
Newton había sentenciado que si ejercemos fuerza sobre un cuerpo, el cuerpo ejerce una fuerza idéntica y de sentido contrario sobre nosotros. Por eso no es buena idea pegar un puñetazo a una pared. Las derechas, con la Iglesia como pionera, vienen usando en su propaganda este principio de acción y reacción. Cuando pretenden imponer su sectarismo ideológico y religioso, provocan una resistencia de sentido contrario, lógica en una democracia. Y entonces llaman ataque liberticida y comunista a esa fuerza de sentido contrario que se despliega cuando pretenden que la religión cuente para entrar en Medicina, que se estudien toros en la escuela, que se denigre a los homosexuales o que los ricos de toda España puedan evaporar sus impuestos a través de Madrid. Es como pegar un puñetazo a una pared y decir que fue la pared la que dañó la mano.
España se está reconfigurando, por tendencias latentes, por efectos de la pandemia y por ese punto de refundación que traerán las ayudas europeas. Las piezas de la deriva territorial no coinciden con las autonomías, siendo como son tan asimétricas. Esa reconfiguración sutil parece que va a ser poco afectada por el independentismo, que de hecho podría ser hasta cierto punto amortiguado por esa deriva. Y seguramente tampoco será muy afectada por estos patrioteros que no tienen más propuesta que ¡a por ellos!, donde «ellos» son siempre españoles, veintiséis millones en el último recuento. De momento, el ambiente político es, más que peligroso, feo. Pero es buena la precaución de otear peligros, y para eso miren bien el mapa. Lo que está en Europa no es Cuba ni Venezuela. Es Hungría y Polonia.
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