La Iglesia y la derecha no están exigiendo enseñanza concertada, que la ley Celaá mantiene sin ambigüedad. Wert dejó una ley que se lo daba todo a la Iglesia. Eso es lo que están exigiendo derecha e Iglesia. Exigen lo que les había dado Wert: todo. No se llega al meollo de la educación porque el análisis de la ley Celaá se agota en el estruendo político que atruena en la periferia. Demos unas pinceladas rápidas.
SEGREGACIÓN SOCIAL. Toda segregación consiste en dejar a gente en el camino. Nunca se separa a grupos humanos para llevarlos al mismo sitio. La segregación en el sistema educativo es injusta, ineficiente y peligrosa. Es injusta porque siempre es social. A veces se disfraza de académica, pero siempre es social. Es una injusticia inadmisible pagar con dinero público un sistema que concentre en centros y aulas diferenciadas a los alumnos por clases sociales.
El relator de la ONU describió con dureza el caso de España. El ideológico informe PISA no lo tiene en cuenta en sus puntuaciones, pero anotó lo mismo que el relator. La segregación hace que la suerte esté echada por el barrio en que se vive, la familia que se tiene y el nivel económico con el que se crece, y eso ocurre ahora con más virulencia que en el tardofranquismo. La segregación es ineficiente porque desperdicia el potencial de la población sin ganancia a cambio. Los estudiantes de alto rendimiento no se retrasan porque tengan en el aula a compañeros con más dificultades. Y es peligrosa porque crea guetos, desagregación social y dificulta la integración de población inmigrante.
Se produce la segregación por malas prácticas toleradas en centros públicos. Se produce por una distribución espacial de la riqueza mal compensada por el mapa escolar. Pero sobre todo se produce a través de los centros privados, la mayoría de la Iglesia, que se pagan con fondos públicos. Que solo el diez por ciento de alumnos con algún riesgo de fracaso esté en centros concertados es un balance ruinoso del uso del dinero público. La ley Celaá favorece, pero no garantiza, que los centros concertados se impliquen para evitar la segregación. La posición de la Iglesia y la derecha es abiertamente clasista y la segregación es el efecto buscado. Sus profesores no son la Iglesia ni la derecha, pero tendrán que buscar sintonía entre sus reivindicaciones y las necesidades de la sociedad que financia sus centros.
SEGREGACIÓN POR SEXOS. No.
LIBERTAD. ¿Qué nos puede quitar la libertad? No es qué, sino quién. Cuando perdemos libertad es porque alguien nos la quita. Ese alguien es libre como nosotros pero tiene alguna ventaja y puede ejercer su libertad quitándonos la nuestra en su beneficio. La democracia consiste en concentrar la ventaja en sitios que podamos votar y controlar. Eso quita ventajas y libertad a los matones y a los poderosos. Y por eso no paran de pedir libertad. La suya, la que puede ejercerse desde la ventaja a costa de la nuestra. Por eso no quieren estado ni reglas. Siempre que la derecha pide libertad está siendo la voz de algún poderoso que quiere que su ventaja no tenga impedimentos. Por eso ahora protestan en nombre de la libertad: es la Iglesia y uno de sus privilegios más queridos; son las clases altas, que quieren garantizar su ventaja.
Dicen rasgarse las vestiduras por los derechos de padres y madres. La mayoría de los padres preferirán centros con buenas instalaciones deportivas a centros con buenos equipos de apoyo para sordos, simplemente porque los hijos de la mayoría no son sordos. La mayoría estará de acuerdo en escolarizar a un inmigrante analfabeto y pobre, pero si puede elegir entre hacerlo en el aula de su hija o en la de al lado, elegirá libremente lo segundo. Dejar el servicio público a la subasta de decisiones de padres y madres no es libertad, es desregulación. En una economía de mercado los precios resultan de decisiones libres de vendedores y compradores. Si sube la inflación, decir que es lo que la gente decidió libremente es una necedad. La subida de precios es una consecuencia emergente de muchas decisiones libres que, de una en una, no tienen que ver con ese efecto. La misma falacia es justificar una segregación social inadmisible como efecto democrático de la libertad de los padres. La derecha solo grita libertad cuando hay privilegios de poderosos. Ni la derecha ni la Iglesia gritaron libertad cuando el problema era de verdad la libertad.
CHEQUE ESCOLAR. El límite de la segregación social con el dinero de todos es el cheque escolar. A los problemas anteriores añade la desfachatez de inyectar el coste de las plazas escolares en centros que siguen siendo muy caros y exclusivos. En EEUU se conoce en muchos sitios este trasvase del dinero público a escuelas de ricos. Aquí lo pide la ultraderecha y la Iglesia. Aún no llegamos a eso, pero sí al peldaño anterior. Es general el cobro de mensualidades y correspondiente selección social en centros concertados. La ley Celaá lo prohíbe. Qué gracia que los mismos que llaman chiringuito al gasto público para el ejercicio de derechos lo pidan con tanto ahínco para financiar privilegios.
ESFUERZO. Un aspecto cardinal del sistema educativo que pasará sin debate serio es el equilibrio entre el rendimiento y la integración social. El sistema educativo no puede dejar a adolescentes en la calle y a la vez no puede dejar de exigir conocimientos, actitud y esfuerzo. El error en un dial tan difícil de manejar es de los que el país paga caro y la ley ofrece dudas. Y es un debate que la propaganda se lleva por delante, con especial desfachatez de los sedicentes valedores de la «cultura del esfuerzo»: ¿Casado, con sus asignaturas aprobadas en un fin de semana y su máster de un recreo? ¿Abascal y sus gandules, que ni siquiera dan un palo al agua en el Parlamento? ¿Wert y su momio de embajador sin estudios ni currículum? ¿Son acaso un ejemplo esos fondos de inversión, mimados en Madrid, que montan centros concertados con el dinero de los demás para pillar cacho rápido y largarse sin dar golpe? ¿Era la escuela franquista el ejemplo? No me hagan recordar anécdotas.
NEOLIBERALISMO CURRICULAR. Tampoco se hablará en serio de las asignaturas que se estudiarán. La ley mantiene el proceso de desertización de las leyes anteriores. La banca y sus fundaciones van colando que la educación agota sus funciones en su impacto económico. Wert había llamado distracciones a todo lo demás. Google está demostrando que, si es para eso, se bastan ellos solos con seis meses de formación. Se siguen extinguiendo las lenguas clásicas, la música y la filosofía. Salta a la vista la relación entre esas materias con el pensamiento crítico y el buen gusto. Escuchen las tertulias vocingleras de la tele y busquen restos de pensamiento o de mínimo buen gusto. Búsquenlos en los debates políticos, cada vez más parecidos a esas tertulias estridentes. Oigan a negacionistas, terraplanistas y antivacunas. Y vuelvan a leer las asignaturas que se estudiarán en Secundaria y Bachillerato. Y aten cabos. La ley Celaá hace caso a la barbarie neoliberal.
EL ABRAZO DEL OSO. La derecha y la Iglesia están desplegando la propaganda con el sectarismo ultra con que ya lo hacen todo: hipérboles, bulos deliberados (no se cierran los centros de educación especial, se dice del castellano lo mismo que las leyes anteriores, salvo la de Wert), enfrentamiento con símbolos comunes y confusión interesada. En su boca, más plurales suena a más desiguales. El abrazo de la derecha a la enseñanza concertada puede ser el abrazo del oso.
Un señor hace una tarta para sus dos hijas. Una dice que la quiere toda, la otra que debe ser la mitad para cada una. El padre da tres cuartas partes a la primera y solo una cuarta parte a la segunda. Es la postura intermedia de consenso. Habrá pronto otra ley. Ni la ley tiene la altura necesaria, ni puede haber acuerdo cuando una parte lo quiere todo.
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