Inés, Inés, Inesita, Inés

OPINIÓN

E. Parra. POOL

14 nov 2020 . Actualizado a las 10:33 h.

A finales de 1968, cuando trasladé mis estudios a Madrid, me encontré con que el primer acto cultural que organizó mi colegio mayor fue un concierto de Nuestro Pequeño Mundo, que iniciaba la promoción de su inminente LP -Oh sinner man- con este tipo de eventos. Debo decirles, sin embargo, que lo que activó mi memoria no fue la calidad musical del grupo -que era mucha-, ni la ola de nostalgia que me invade en este triple otoño -pandémico, climático y vital- que intensamente me atañe, sino la conexión que establecí, en calidad de politólogo, entre aquel acontecimiento y el pleno parlamentario que rechazó las enmiendas de totalidad contra los Presupuestos de Sánchez, cuyo principal eslabón es la versión de la vieja canción Tres hojitas, madre, que también interpretó Nuestro Pequeño Mundo en el colegio de los jesuitas.

Los versos que conectaron mi juventud con la actualidad fueron estos: «tres hojitas, madre, / tiene el arbolé / tiene el arbolé / tiene el arbolé, / Inés, Inés, Inesita Inés. // Dábales el aire / meneábanse / meneábanse / meneábanse, / Inés, Inés, Inesita, Inés». Y la razón de mi evocación es que, siguiendo la crónica parlamentaria del jueves, vi al árbol socialista, con copa frondosa y tronco carcomido, y con un injerto podemita de muy extraña factura, mostrando tres hojas amarillas -ERC, Bildu y PNV-, que, con cada soplo de viento, «meneábanse, meneábanse». También vi a Inés, Inés, Inesita Inés, arrimada(s) al árbol de la ciencia del bien y del mal, pidiendo que la admitan -¡para mejorarlo!- en este vegetal contubernio presupuestario, y olvidando, quizá, la más cansina metáfora que repetían nuestros padres y maestros en los tiempos de mi niñez: «una manzana podrida estropea un cesto entero, pero mil manzanas sanas no restauran el sabor y el color de una manzana podrida»… ¡Inés, Inés, Inesita, Inés!

A pesar de las cosas tan ciertas y hermosas que dije y escribí sobre Inés Arrimadas, no puedo entender su obcecada voluntad de ser integrada en un pacto en el que no la quieren; proponer cataplasmas y tiritas para sanar un presupuesto que es como quiere ser; y demostrar que la inmensa lejanía que determina su soledad es mucho mayor en la dirección PP-Vox, con quienes ahora gobierna y antes se hacía fotos, que en la dirección Bildu-ERC, a los que dice no querer, pero desea, y con cuya imagen quiere matar, ella sabrá para qué, la ajada foto de Colón.

Si la cosa no es así, que es lo que ella dice, solo se me ocurre otra interpretación todavía peor: que, secretamente enamorada del PP, porque es el único mozo con el que aceptaría casarse, y siendo tan vistosa -políticamente- como de hecho es, no quiere declararse a Casado sin antes ligar al galán más apuesto y calavera del pueblo, ese al que todas desean, Necesita demostrar que, si hubiese querido, hubiese podido retirarlo del mercado. Y que, si acepta al otro, más bajito y aburrido, es porque está sinceramente enamorada de él. Un juego peligroso, doña Inés, que puede dejarla para vestir santos.