Contactar con un centro de salud en Oviedo se está volviendo una misión imposible, si consigue que le contesten al teléfono antes de realizar, al menos, diez intentos eche la primitiva, es su día de suerte. Aunque lo de no atender las llamadas ya viene de largo en toda la Administración, los centros de salud se encuentran con sus líneas absolutamente colapsadas debido al coronavirus. «Yo me automedico, para lo que me queda. Es imposible que nadie te conteste cuando llamas. Y luego, una vez allí, las colas y aglomeraciones que hay para entrar en el ambulatorio son enormes. No, a mí no me pillan», me dijo un anciano que reside en Ciudad Naranco. La gente llama asustada, porque el miedo no entiende ni de edad ni de condición, es libre e incontrolable. Que en los centros de salud se facilite el mismo número, que sólo se disponga de una línea, para solicitar cita con los médicos, para las urgencias y para las dudas y consultas ocasionadas por la pandemia hace que el caos y la incertidumbre reinen. ¿Tan difícil es organizar una centralita, habilitar más líneas y organizar el trabajo de una forma más eficiente? ¿No se pudo prever esto y disponer de más personal?
«En los centros de salud no atienden al teléfono, están a medio gas. Debe ser que nosotros no nos contagiamos y ellos sí. En urgencias atendemos a todo el mundo que entra por esa puerta: tos, fiebre, que respire bien o mal, vivos o al borde de la muerte. Atender a todos, esa es nuestra labor. No somos héroes, somos personas que hacen su trabajo», me comenta un trabajador del servicio de urgencias del HUCA.
Hablo con Juan (nombre ficticio porque no quiere dar su nombre) y me cuenta su caso. Se despertó un día con la nariz algo taponada e incapaz de oler y saborear nada, ante estos síntomas siente miedo y, pensando que puede estar infectado por la COVID-19, decide contactar con su médico. Realiza más de quince llamadas al centro de salud La Lila hasta que logra obtener una respuesta. Con tan mala suerte que le anuncian que es imposible contactar con su médico de cabecera ya que se encuentra de huelga, que para el día siguiente, pero que ese mismo día es imposible. Le facilitan los números para la atención de la COVID y le aconsejan que se aísle en su casa. Juan reside con sus padres con edad de riesgo, y como no le solucionan el tema decide aislarse en su habitación, tiene miedo a que se contagien. Llama al teléfono facilitado para la atención del coronavirus y le informan que para acceder a realizar la prueba PCR tiene que solicitarla su médico, que no está porque ese día está secundando una huelga, así que le insisten en que se aísle en su casa porque los síntomas son compatibles con el virus. Tras otros mil intentos, consiguió contactar con La Lila y le fijaron una cita, «mañana te llamarán a lo largo del día, estate atento» Pasa todo el día en su habitación, sin mantener contacto directo con nadie de la casa y extremando las precauciones las pocas veces que abandona su cuarto. Apenas duerme por el nerviosismo y el miedo. Se levanta igual, con la misma sintomatología, pero agotado por la falta de sueño. Suena el teléfono y en la pantalla salen muchos números, su médico le dice que van a solicitar una PCR, «quédese en casa y espere a que le llamen». Juan ya lleva dos días así y aún no le han dado ninguna solución, sigue en su habitación, sigue sin gusto ni olfato y está más nervioso y angustiado. «Le das mil vueltas a la cabeza, no tenía tanto miedo por mí como por mis padres. Te sugestionas y todo son síntomas compatibles», me dice. Al tercer día, al fin, como la resurrección de la carne, recibe una llamada del HUCA citándole para acudir al autocovid. No sin sobresaltos, una amiga enfermera que está al cargo de las PCR le comunica que no está dentro de la lista de pacientes pendientes para la realización de la PCR; tiene que llamar de nuevo a La Lila y subsanar un error con los datos y el teléfono de contacto, «si no me avisa igual sigo esperando». Con la cita ya fija para mediodía, todo fue rápido y sin complicaciones, «Me hicieron la prueba en nada, fui para casa y esperé a que me comunicasen los resultados. Seguía aislado». Todo acabó bien, Juan dio negativo en la PCR. Pero las molestias ocasionadas, el miedo y la angustia pasada y los problemas laborales; de todo esto nadie se hace responsable.
Pero si fuese de otra manera, si hubiese estado contagiado y su salud hubiese estado en peligro, todo habría sido igual, los mismos tiempos y esperas, con las posibles consecuencias de tener a un enfermo esperando más de tres días para ser atendido. De esto, tampoco, se haría nadie responsable.
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