Estoy por haceros una carta a todos los vecinos de las siete ciudades gallegas y la hago: bienvenidos al confinamiento periférico. Es el estado de prácticamente toda España en sus dos versiones, regional y local. El confinamiento local creo que es más duro. Yo, que vivo en Madrid, todavía puedo darme una vuelta por El Escorial o subir a la sierra. Mis compatriotas de Pol no se pueden acercar a Lugo a darse una vuelta por la calle de los vinos.
Hecha esta aproximación, os quiero decir, como si fuese portavoz de la Xunta, que no queda más remedio. La situación sanitaria de Galicia es de las mejores de España, pero el virus sigue ahí y sigue atacando gravemente. Cada día con más gravedad. Se está publicando que países que sufren menos el impacto del covid imponen medidas más duras que España. Personalmente creo poco en los confinamientos regionales: limitan la expansión del virus de una comunidad a otra, pero son escasamente útiles si hay contagios y contagiadores en su interior.
Vosotros me preguntaréis si no se puede decir lo mismo de los confinamientos locales. Mi respuesta tiene que ser afirmativa, pero con sustanciales diferencias: las probabilidades de contagio son menos; el riesgo de extender la infección por toda la provincia, por toda Galicia o por el resto de España, reducido a su mínima expresión; la posibilidad de entrada del virus procedente de otras localidades, si todos colaboramos, casi inexistente. Es decir, que el sacrificio y la limitación son grandes, pero valen la pena. No intentarlo es provocar una situación de mayor gravedad y los pronósticos -recordad las palabras de Macron en Francia o el diagnóstico de «escenario muy preocupante» aquí, según dijo Fernando Simón- apuntan en esa dirección.
Acabo de escribir la expresión «si todos colaboramos». Creo que esa es la clave. Hemos sobrevivido de momento al covid quienes, siendo personas de máximo riesgo, practicamos un aislamiento preventivo desde la primera oleada. Han caído o estuvieron a punto de hacerlo quienes menospreciaron las recomendaciones; quienes siguieron haciendo reuniones con toda despreocupación; quienes no tomaron precauciones no importa en qué sitio: en el supermercado, en grupos familiares o de amigos o simplemente en la calle, y los jóvenes que se consideraron inmunizados, por una mala información.
En este momento, lamento decirlo, pero creo que es lo correcto, la única consigna válida es la de sálvese quien pueda. Las órdenes del Gobierno central o de la Xunta no sirven de nada por sí solas. Lo que funciona es la convicción personal; proponerse algo tan sencillo como no enfermar de coronavirus; ir más allá de lo impuesto por el confinamiento y alejarse de los peligros con el aislamiento humanamente posible. Ya sé que es difícil, pero, como alguien ha dicho, se está mucho mejor en casa que en la uci de un hospital.
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