Hace cuarenta años nacía en Asturias una esperanza. Así se refirió el rey Felipe VI a la creación de los Premios Príncipe de Asturias en 1980, que desde entonces se han convertido en la celebración cultural de mayor prestigio y reconocimiento de nuestro país. De su mano y a lo largo de estas cuatro décadas, nuestra comunidad se ha situado a la vanguardia de la solidaridad, la literatura, la ciencia, el arte, la tecnología… lo mejor de la sociedad.
Si aquel 24 de septiembre de 1980 era “una época bien difícil”, como recordaba el rey, ésta no lo es menos, aunque por muy diferentes motivos. En tiempos de pandemia convivimos con el temor y la incertidumbre. Quizás por eso, que podamos celebrar la ceremonia de entrega de estos galardones que sentimos tan nuestros, por más reducida que sea en esta ocasión, acrecienta nuestra confianza en el futuro
Las necesarias medidas de seguridad nos hurtan este año el momento más emocionante de entre todos los que se suceden en los días en los que Oviedo y Asturias reciben a las personas premiadas: la ceremonia de entrega en ese Campoamor transformado en teatro de nuestros mejores sueños. La excepcional situación sanitaria obliga a que tenga lugar en el Salón Covadonga del Hotel de la Reconquista, con un aforo muy limitado y sin la presencia de público.
Si todas las ediciones son especiales, esta, sin duda, lo será más aún, porque vendrá a demostrarnos que los valores de la sociedad que merecen perdurar siguen muy presentes hoy; que, a pesar de la adversidad, la grandeza del trabajo en equipo nos ayuda a seguir adelante, y que, más allá de fronteras e ideologías, incluso a pesar de la pandemia, estos Premios, y Asturias con ellos, siguen siendo referencia de tolerancia, justicia y solidaridad en todo el mundo.
Hemos convivido con grandes nombres que ya pertenecen a la Historia de la Humanidad, así, con mayúsculas: Stephen Hawking; Arthur Miller; Peter Higgs, François Englert y los científicos del CERN; Jane Goodall; Maya Plisetskaya; Haile Gebrselassie o las investigadoras Emmanuelle Charpentier y Jennifer A. Doudna Leonard (hoy también Premio Nobel de Química) por nombrar sólo un puñado de la prestigiosa y extensa lista de galardonados que hemos tenido el honor de conocer. En cuarenta años también han sido muchos los momentos en que la emoción atravesaba el proscenio y llegaba al público del Campoamor y hasta al que lo seguía por televisión: Isaac Rabin y Yasser Arafat recorriendo juntos las calles de Oviedo en un paseo histórico que inspiró sueños de paz… Las siete luchadoras por la causa de la defensa y la dignificación de la mujer: Fatiha Budiaf, Olayinka Koso-Thomass, Graça Machel, Rigoberta Menchú, Fatana Ishaq Gailani, Somaly Mam y Emma Bonino, manos unidas y en alto en un escenario que nunca fue más jubiloso y diverso.
Este año la emoción estará más presente que nunca porque la cuadragésima edición de los Premios Princesa de Asturias es mucho más que una muestra de continuidad: es la prueba de que, a pesar de obstáculos e infortunios, existen personas capaces de superarlos y trabajar por el bien común; por el progreso de la humanidad.
No hay mejor ejemplo de esta admirable condición humana que el Premio de la Concordia, concedido este año a los y las profesionales sanitarios españoles que están en contacto directo con los pacientes afectados por la COVID-19. Han sido ?y siguen siendo? la primera línea en la lucha contra esta enfermedad. La más dura y la más ingrata. Y a pesar de ello, no han dejado de demostrar el más alto nivel de compromiso con su profesión y con la sociedad, afrontando un riesgo constante para sus propias vidas.
La solidaridad es también el principio inspirador del Premio de Cooperación Internacional, que reconoce el empeño de Gavi, The Vaccine Alliance por facilitar el acceso universal a las vacunas para reducir el impacto de las enfermedades infecciosas. Un esfuerzo centrado, sobre todo, en los más desprotegidos en situaciones de carencia: la población infantil. Gracias a esta organización, más de 760 millones de niños han sido inmunizados en los países en vías de desarrollo.
Si tuvimos un compañero especial en nuestros meses de confinamiento, ése fue el cine, una ventana abierta, desde cada hogar, al mundo que el virus nos había restringido. Pocos nombres han sonado con más esplendor en el celuloide que el Premio de las Artes de este año, compartido por Ennio Morricone y John Williams, dos grandes de la música que nos han conmovido con su obra personal e irrepetible, capaz de superar géneros y fronteras. Basta con mencionar La muerte tenía un precio para impulsarnos a silbar esa banda sonora con la que Morricone reflejó la tensión del seco paisaje del western. Las primeras notas de cualquiera de los episodios de la saga de Star Wars nos recuerdan irremediablemente las palabras: Hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana...alejándose en la pantalla sobre el espacio estelar. Nada hay como el poder evocador de la música para llevarnos del cosmos al Far West con un acorde.
El Premio de Comunicación y Humanidades ha reconocido la común apuesta por el libro, los escritores y los lectores de Guadalajara (México) y Hay-on-Wye (Gales-Reino Unido), dos poblaciones tan alejadas en lo físico como próximas en su compromiso por la cultura. Tanto la Feria Internacional del Libro de Guadalajara como el Hay Festival of Literature & Arts de Gales consiguen reunir a cientos de miles de aficionados y visitantes en torno a la literatura, un logro estimable.
El economista Dani Rodrik, que aboga por mejorar el gobierno de la globalización yreforzar las instituciones multilaterales, precisamente, cuando más en cuestión se encuentran, es un Premio de Ciencias Sociales más adecuado que nunca. Como la pandemia ha puesto en evidencia, la gobernanza global, la coordinación entre territorios y la necesidad de generar bienes públicos ha dejado de ser un objetivo conveniente para convertirse en una exigencia irrenunciable. Es, la de Rodrik, una hermosa propuesta: lograr que la economía internacional no choque, sino que armonice, con la paz y la reducción de la pobreza y la desigualdad.
El galardón de Investigación Científica y Técnica ha premiado, en un mundo cada vez menos analógico, la importante contribución a las matemáticas para el procesamiento de datos de Yves Meyer, Ingrid Daubechies, Terence Taoy Emmanuel Candès. Su labor mejora nuestras habilidades, amplía la capacidad de observación de nuestros sentidos y son una base fundamental para la moderna era digital en que vivimos. Desde la teoría de las ondículas, que permite visualizar lo que no podemos ver y escuchar lo que no podemos oír, a las técnicas de percepción que hacen posible reconstruir melodías incompletas, este premio reconoce la trascedndencia de las matemáticas como elemento crucial de todas las ramas de la ciencia.
Son malos tiempos para las ciencias humanas, pero con Anne Carson en el palmarés de las Letras, son un poco menos malos. Esta ensayista y una de las poetas más destacadas de la lengua inglesa actual, ha elaborado una obra desde el compromiso con la emoción y el pensamiento, y una fuerte impronta de las humanidades. Autora de una poesía ecléctica, capaz de integrar la música, el baile y el teatro con el cómic o el vídeo, mezcla estilos y géneros sin reserva en su deseo de mejorar la conciencia de nuestro tiempo.
El Premio de Deportes a Carlos Sainz, que ha pilotado su carrera con excepcional destreza y valentía, no puede sorprender a cuantos hemos seguido su admirable trayectoria, que lo ha mantenido en lo más alto del automovilismo durante más de treinta años. Nada se le ha resistido: de ser, sin duda alguna, el mejor piloto de rallies de todos los tiempos y conquistar en dos ocasiones el mundial, pasó a ganar tres veces el Dakar. Sus victorias no le restaron compañerismo ni solidaridad, y es de sobra conocido su decidido apoyo a los jóvenes que, siguiendo su estela, eligen el riesgo y la velocidad sobre cuatro ruedas.
Somao, Pueblo Ejemplar
La Fundación Princesa de Asturias ha reconocido en la 31 edición del Premio al Pueblo Ejemplar la unión de tradición y modernidad que la parroquiapraviana de Somao ha convertido en seña de identidad, sin perder su condición de paraíso sobre ese mar Cantábrico que le es tan cercano y familiar.
Somao ha sabido preservar la poderosa arquitectura indiana con la tradicional asturiana y combinarlas con armonía en un paisaje espectacular. Palacetes y casas de indianos comparten el horizonte con hórreos y paneras y la dotan de una singular belleza. Esta poderosa imagen refleja un pasado ligado a la generosidad de la emigración, que regresó a Somao para compartir en su tierra la riqueza que labró lejos de ella. El esfuerzo y la solidaridad de aquellos somadenses perduran en los que residen hoy en esta villa, unidos en el trabajo común de impulsarla hacia el futuro sin renunciar a su pasado.
Enhorabuena a todos los premiados, que representan, un año más y a pesar de las dificultades, lo mejor de lo que somos capaces como sociedad. Y gracias a la Fundación Princesa de Asturias por regalarnos estos cuarenta años de esperanza, hoy tan necesaria.
*Presidente del Principado de Asturias
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