La enfermedad pone a prueba lo que somos y nuestras convicciones, pone a prueba nuestra vida y las de los que nos quieren. El cáncer es una batalla a sangre y fuego, «disparad sobre nosotros, el enemigo está dentro», en las que muchas veces se gana y otras se pierde, pero siempre se aprende: el dolor, propio o ajeno, no nos hace mejores personas, no tiene porqué; pero sí nos hace aprender.
Salí de ver el documental ‘Eso que tú me das’, donde Jordi Évole entrevista a Pau Donés pocos días antes de su muerte, con los ojos vidriosos y con la sensación de haber contemplado una lección magistral para la vida y sobre ella. El testamento vital de Donés queda comprendido en esta entrevista de una hora. Impresiona ver al cantante tan delgado, atado a una sonda nasogástrica de la que no se desprende y con un hilo de voz tenue y aflautado. Durante su enfermedad, mostró sin tapujos como es la vida de enfermo de cáncer, naturalizar al enfermo sin remilgos: con sus momentos buenos y malos, y su derecho a estar de mal humor y enfadado con el mundo. Y ahora, llegado el fatídico momento, nos presenta la muerte sin cortapisas. Enseña sin complejos ni tabúes como se apaga una vida. Son imágenes duras, pero que a la vez llenan a uno de sosiego y tranquilidad. Con valentía y optimismo, sin un ápice de miedo y con determinación, el cantante hace el mejor de los alegatos a la vida y reivindica el valor de la familia y de la amistad. La gratitud de querer y sentirse querido.
Lo que Pau Donés nos da -porque aunque ya no esté, sus enseñanzas y sus palabras siguen vivas- es un ejemplo de vida: ganas de disfrutar, de querer, de tocar, de besar, de luchar, de resistir, de sonreír. Eso que tú nos das son ganas de vivir.
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