Líbano: sin justicia para los muertos

Yashmina Shawki
Yashmina Shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

NABIL MOUNZER

25 ago 2020 . Actualizado a las 09:12 h.

El Tribunal Penal Especial para el Líbano (TPEL) constituido el 10 de junio de 2007 a petición de ese país ha dictado sentencia sobre el controvertido asesinato del ex primer ministro Rafiq al Hariri. El masivo atentado con 3.000 kilos de explosivos que, el día de San Valentín de 2005, se llevó por delante su vida, la de sus colaboradores más cercanos y otros ciudadanos que se encontraban en el lugar hasta un total de 26 personas y causó heridas a otras 226, convulsionó el país. Cinco meses antes, Hariri había presentado su dimisión por estar en desacuerdo con la ampliación del mandato por tres años más del presidente prosirio Emile Lahoud.

Para sus votantes y para gran parte de los libaneses su asesinato fue la demostración del poder que Siria tenía sobre la política del país y, sobre todo, puso de manifiesto que no estaba dispuesta a dejar que nadie lo cuestionara aunque fuera un personaje tan popular como Hariri. Las protestas no se hicieron esperar y las manifestaciones exigiendo la retirada de las tropas sirias en el Líbano, consideradas responsables del asesinato fueron masivas. Las facciones pro-sirias, lideradas por el grupo terrorista Hezbollah organizaron una manifestación a favor de Damasco el 8 de marzo, el 14 de marzo salieron a calle de nuevo los antisirios. Esta última daría lugar a la denominada Revolución del Cedro que, en última instancia lograría la marcha de los soldados sirios el 26 de abril de ese año. Pero, los asesinatos políticos y los atentados continuaron.

El martes pasado, el TPEL dictó sentencia. Con las escasas pruebas obtenidas solamente ha podido condenar en ausencia a uno de los cuatro acusados. Pero, la sombra de la responsabilidad última sigue estando sobre Hezbollah, martillo ejecutor de lo que dictó Siria. No lograr justicia para los muertos abre aún más la brecha entre facciones y agrava la desafección de una población harta de la injerencia iraní, siria e israelí y la corrupción endémica. Una población agotada tras la sucesión de guerras, la crisis económica, la explosión del puerto y, ahora, el confinamiento por el covid-19.