Un agujero negro después de Lionel

Tomás García Morán
Tomás García Morán LEJANO OESTE

OPINIÓN

- / CSM via ZUMA Wire

25 ago 2020 . Actualizado a las 19:48 h.

Nadie nacido después de la llegada de Messi  conoce la infinita capacidad autodestructiva del Barça. Lionel ha sido la gran cortina de humo que ha ayudado a tapar todo. En los años del genio rosarino, el Barça ha tenido a dos ex presidentes presos, ha sido condenado por graves delitos fiscales para evitar que el actual fuera también a prisión, ha malgastado en tuercebotas y comisionistas la fortuna que ingresaba con la gallina de los huevos de oro, y se ha endeudado hasta la ruina que florece ahora, en el otoño de Messi. Además, el Nou Camp ha sido la zona cero de los grandes aquelarres independentistas, campo visitante para los millones de culés repartidos por el mundo que no comulgan con las ruedas de molino de Puigdemont y Junqueras. 

Pero todo este disparate palidecía cada vez que Lionel hacía una de las suyas. Algo que, rompiendo el molde de los grandes genios, ocurría casi todas las semanas. Valdano dejó dicho que Messi es Maradona todos los días. Efectivamente, Messi no ha sido solo el mejor jugador de todos los tiempos. Ha sido el mejor regateador, el mejor extremo, el mejor goleador... Con los años se ha reciclado en el mejor lanzador de faltas. Y tras jubilarse Xavi e Iniesta, también en el gran pasador.

Es imposible salir indemne de la jubilación de Xavi, Iniesta y Pujol. Peor aún si coincide con la prejubilación de Busquets y con la reconversión de Piqué en hombre de negocios. Por eso el Barça está como está. Una crisis de identidad con la que ni siquiera ha podido Messi. Nadie ha salido vivo tras un prolongado período de esplendor en la hierba. Pero desde luego, nadie ha superado un trauma como el que supone perder a Messi, porque Messi solo hay uno. Y como todo en esta vida es susceptible de empeorar, al duelo inevitable habrá que añadir la secular capacidad autodestructiva del Barça.

Cuando, ya en los años 70, Johan Cruyff hablaba del entorno culé, se refería en realidad a todo el entramado político y social que ha utilizado siempre al Barça como la gran plataforma de propaganda indepe. Artur Mas y el nacionalismo moderado jamás se habrían animado a convertirse a la religión de San Oriol si no hubiesen coincidido en el tiempo con la eclosión del Barça de Messi y Guardiola. Los recitales del astro rosarino y el resto de la orquesta fueron el salvoconducto que necesitaba el mundo indepe para erigirse como el pueblo elegido, la Dinamarca mediterránea, solo afeada por la incómoda caspa en el hombro española. No importaba que Iniesta fuera de Albacete o que Luis Aragonés hubiera hecho lo mismo antes, incluso sin Lionel.

Ese enemigo opresor, da igual la España de Rajoy que el Real Madrid de Mourinho y Florentino, había sido muy útil hasta la fecha. Pero como ocurre con todos los populismos, en el Barça han muerto la disidencia y la autocrítica. En su ensimismamiento, el entorno culé cree que la solución a todos los males es insistir en lo mismo. Bartomeu es un desastre, pero no es suficientemente indepe. Por eso lo más probable es que en marzo gane el indepe pata negra Víctor Font. Que traerá a Xavi, copia mala de Guardiola, y todo resuelto.

No es que el Barça y la política catalana se retroalimenten. Es que siempre han sido lo mismo. Y por eso la capacidad autodestructiva es ilimitada. Después de Messi no viene una travesía del desierto, viene un gran agujero negro, una incursión en lo desconocido.