El humorista José Mota, que ha imitado muchas veces al Emérito, imagino que si repite en la Nochevieja de TVE, como lleva ocurriendo en los últimos años, no podrá pasar por alto su periplo fuera de nuestras fronteras. ¿Y cuál es su situación? Pues es una buena pregunta, y no se me ocurre más que decir ‘anda andará’, viendo que la transparencia brilla por su ausencia. Lo más claro que hubo desde el primer momento es que desde esta semana no vive en España, pero la duda es conocer el lugar donde se encuentra. Un periódico poco sospechoso de monárquico como ABC lo situó en la República Dominicana pero ayer a media tarde los indicios apuntaban a Portugal. 72 horas después del comunicado-carta a su hijo, el Emérito ha comprometido su ‘caso personal’ en un problema de Estado creando confusión y episodios lamentables.
¿Estamos ante una huida, una salida, un exilio o cómo llamamos a esto? Pues cuando alguien no sabemos donde se encuentra, lo primero que habría que decir es que está en ‘paradero desconocido’, y ante una personalidad tan importante me extraña que un país como a España no le interese conocer si está sano y salvo. Vamos, no me imagino que los ex Presidentes González, Aznar, Zapatero y Rajoy no sepa nadie donde están en este momento, por mucho respeto a su vida privada y a su intimidad que se tenga que hacer. España no se merece este espectáculo del ex Jefe del Estado. ¿Qué amor a nuestro país se puede tener con esta actitud?
Pocos medios de comunicación se han atrevido a hablar de una fuga, y abrumadoramente se ha querido justificar que como no se encuentra (por ahora) imputado en ninguna causa judicial no se puede decir que se ha escapado de la justicia (y además para reafirmar esta posición se añade que el abogado del Emérito ha concretado que estará a disposición Fiscalía del Tribunal Supremo, que actualmente analiza sus cuentas en Suiza no declaradas ante Hacienda). Aparte de esta teoría, hay otras fórmulas del tipo ‘abandona el país’, ‘sale de España’ y ‘se va de Zarzuela’.
¿Por qué se separa de su familia? La versión más extendida le echa la culpa a la presión mediática. Hay que reconocer que hasta hace pocos años era impensable ver una sola noticia crítica sobre la Familia Real, y es de celebrar que se haya roto ese pacto tácito y sobre el miedo a contar la verdad. ¿Ha tenido mucho que ver el Gobierno en su marcha? Dentro de la poca claridad y transparencia se está dejando que la prensa conservadora ponga el foco precisamente en el Presidente del Gobierno, quien creo que el martes tuvo que morderse la lengua porque las preguntas de los medios no se centraron en cuestiones sobre su gestión de estos primeros ocho meses de legislatura, sino por el paradero del Emérito, que a menos que estemos confundidos, sigue necesitando una protección que pagamos todos los españoles. No hablamos de un ciudadano normal y corriente, y obviamente sus pasos están medidos y estudiados. Si Pedro Sánchez no sabe o no le corresponde decir su paradero, el Jefe del Estado no puede eludir su responsabilidad de comparecer ante los periodistas y someterse a las preguntas que se le hagan, por muy difíciles y comprometidas que sean para la Casa Real.
¿Por qué tantos esfuerzos en pedir para el Emérito la presunción de inocencia y en no dar pábulo ni importancia alguna a la (parece que ya más que reconocida) «amiga» Corinna? ¿No ha puesto su propio hijo en el comunicado enviado nada más empezar la crisis sanitaria la posibilidad de que Juan Carlos tenga fondos opacos? ¿Alguien sin malas sospechas pide ante notario no cobrar «cualquier activo, inversión o estructura financiera cuyo origen, características o finalidad puedan no estar en consonancia con la legalidad y los criterios de rectitud e integridad que rigen su actividad institucional y privada» si no piensa que pueda tratarse de dinero ilícito?
Lo más positivo que le saco a este culebrón es que el juarcarlismo está siendo el principal enemigo de la monarquía en este momento. Creo que todas las personas que queremos una república como modelo de Estado le tenemos que dar las gracias a Juan Carlos I, porque seguramente la única esperanza de cambio en nuestro país venga de su mano. Ojalá sea así.