En las últimas semanas, a medida que se sucedían las noticias sobre los relevos en la Guardia Civil, sobre los problemas raciales en EE.UU. y se enturbiaba aún más el debate político y mediático en nuestro país, no paré de preguntarme qué pensaría la gente que trabaja como policía o como guardia civil.
La policía y la guardia civil no existen, existen personas que trabajan como policías o guardias civiles. Es gente que está a tu alrededor. Gente normal. Gente que lee las noticias y tiene redes sociales. Y supongo que no les gusten mucho las generalizaciones que suelen verse en uno y en otro.
Un análisis de la realidad tiene que fijarse en los procesos y diferenciar los comportamientos individuales de los colectivos. Si generalizamos, si gritamos «Policía asesina» estamos construyendo un colectivo a la defensiva. Precisamente, cuando un grupo se ve atacado, sin distinguir comportamientos individuales, es cuando ese grupo cierra filas y adquiere identidad. Si no quiero unas Fuerzas de Seguridad del Estado corporativas y cerradas sobre sí mismas, recelosas de la sociedad donde viven y a quien debe de proteger, entonces no aceptemos esas generalizaciones.
¿Es racista la Policía y la Guardia Civil? Por supuesto que sí. Lo es la sociedad en la que vivimos y esas personas salen de esa sociedad, luego comparten los mismos estereotipos que el resto de la gente.
Con la ley de extranjería que tenemos, con los medios de comunicación que tenemos, con las mentiras miserables que se oyen en la política sobre las personas migrantes, ¿realmente cómo queremos que se perciba a la población migrante? ¿Estamos dando formación a la Policía y a la Guardia Civil para que entiendan qué prejuicios tenemos, cómo es la realidad de la inmigración? Si montamos alambradas de espino cada vez más altas y ponemos a la Guardia Civil al otro lado de las alambradas, ¿qué esperamos que suceda? Si queremos cambiar eso, tenemos que cambiar los procesos, las leyes, la política migratoria.
Por supuesto que lo del Tarajal fue un crimen. Quince personas que solo buscaban trabajar para enviar dinero a sus familias fueron tiroteadas en el agua y se ahogaron. Pero ¿por qué estaban allí? Porque les pusimos barreras para que entrasen. ¿Por qué hacía eso la Guardia Civil? Porque se les dio la orden de impedir la entrada. No digamos «Policía asesina». Digamos entonces «Sociedad asesina». Si yo hubiera estado ahí, quiero creer que habría sido capaz de levantar el arma y negarme a cumplir las órdenes, pero no puedo asegurarlo. Y creo que la mejor manera de convencer a las personas que forman la Guardia Civil de luchar contra esas situaciones no es criminalizándolos. La culpa de la situación es de la sociedad en su conjunto.
De la misma forma, cuando se criminaliza a la población migrante, fijándose en datos estadísticos sacados de contexto y manipulados, se obvia una realidad. Si tú criminalizas a un colectivo, le impides ganarse la vida por medios legales, lo marginas hasta la desesperación. ¿Te sorprende que una parte de ese colectivo acabe delinquiendo? ¿De verdad?
Ahora, con el cese de Pérez de los Cobos y el juicio a Trapero vuelve a hablarse del 1 de octubre en Cataluña. Se creó un clima social irrespirable durante semanas. Desde la política y sobre todo desde los medios de comunicación se crispó el ambiente al máximo. Y luego Pérez de los Cobos, más interesado en su carrera dentro del cuerpo y en servir a quien le puso que a su propio deber, mandó a la policía a la calle a enfrentarse a un imposible. Cuando ya había suficientes imágenes para los telediarios, los retiró y dejó que se siguiera votando. Ahora llora mucho porque le cesan, pero deberíamos llorar por preguntarnos cómo es posible que estuviera en ese puesto después de una actuación tan nefasta. No nos fijemos en las imágenes de la policía y de la gente el 1-O. Pensemos cómo se llegó hasta ahí, quién tomó las decisiones que propiciaron esa situación.
Lo que se dice en los medios de comunicación y en la política tiene un valor pedagógico importante. No podemos polarizar la sociedad, generar violencia verbal permanente y pensar que eso no va a cristalizar en violencia real en las calles. Y la Policía y la Guardia Civil que están en la frontera social vivirán de una forma u otra esa violencia. No es atacándolos como colectivo, como avanzaremos a tener unas mejores y más democráticas fuerzas de seguridad.
Si realmente creemos que necesitan reformas y yo sí lo creo, no me parece que la solución sea proponer su disolución como amenazó el alcalde de Siero con la Policía Municipal.
¿Tenemos dudas sobre lo que pasa en la Policía Municipal de nuestro concejo? Yo las tengo. Bueno, pues empecemos por pensar cuál es su función, qué efectivos se necesitan para esa función. Qué formación es necesaria, cómo es el proceso de selección, qué pasa con el régimen disciplinario, cómo se asciende, cómo de actualizada está la relación de puestos de trabajo del cuerpo. Vayamos a la raíz de los problemas y dejemos de atacar al colectivo. Y lo mismo sobre las funciones y la estructura de la Policía Nacional y la Guardia Civil. Quizá sea el momento de preguntarnos cómo queremos que sea nuestra Policía, porque si queremos conservar la democracia debe ser nuestra Policía, del pueblo y de la gente. Y porque además, mucha gente que la compone, desea lo mismo. Si hay elementos o situaciones que nos alejan de ese objetivo habrá que cambiarlos.
Lo que nos dice la pandemia es que nos necesitamos. No podemos sobrevivir si no somos una sociedad cohesionada y que funciona. Y no podemos serlo si no somos capaces de tener una policía que sea nuestra Policía.