Y, es que todo país tiene. España, el suyo. El nuestro: lo sabemos todo, lo arreglamos con cuatro palabras y, si es en un bar a la sombra de un vaso de vino o al culín de un vaso de sidra escanciado, Mucho mejor.
Así somos y no nos va a cambiar nadie por mucho que la palabra de moda, la globalización, haya traspasado nuestras fronteras. El individualismo tan arraigado en la piel de toro hará frente a esa imperiosa palabrota.
Dentro de este campo magnético del individualismo urge en este siglo XXI, una figura señera muy personal, pero nada de individualista. Destaca, precisamente, en lo individual pero su mensaje de esfuerzo de ofrecer sus triunfos a todos de hacer comunidad y patria, no tiene parangón. Nadal, está en un peldaño tan alto de ejemplo por erradicar ese vicio nacional que bien merecía un recuerdo especial en estos momentos de tanto egoísmo y odio como estamos vertiendo en las redes y en los encuentros desde la distancia.
Frente a esta egregia figura viviente y descaradamente joven, se yergue en la sombra del olvido la bandera del fútbol.
Ahora, cuando llevábamos dos meses sin estar pegados a la pantalla de lunes a lunes. Ahora que parecía que el nuevo opio del pueblo se había perdido en los rincones del confinamiento. Ahora, surge en la élite las batalla de la vuelta a los entrenamientos. Como si ellos estuvieran al margen de la ley.
¿Es que no pueden esperar como los demás a escuchar la sabia respuesta de los técnicos que este tiempo están haciendo un esfuerzo sobrehumano para analizar datos, asesoras a los que tienen el mando, a colaborar desde la fila 0 para hacer frente sin vuelta atrás en la batalla contra la pandemia que nos tiene atenazados y metido el miedo hasta lo más profundo de nuestra alma?
¿Es que sin fútbol, no hay esperanza de salvación?
O, ¿son los miles de millones que las televisiones ingresan en las cuentas corriente de los poderosos clubes y en las carteras particulares de algunos de sus dirigentes?
Hablemos claro, sin ambages. Éstos, no conducen a ninguna parte.
Tomemos el ejemplo de Nadal, y sigamos su consejo de apoyar y colaborar por hacer frente de forma efectiva a la peste que tenemos encima. Peste en forma, ¿cómo no? De triángulo: Virus. Egoísmo. Destrucción.
Gracias, Nadal. Tu nombre figurará con letras mayúsculas en el libro de la historia de esta noble nación.
Y, a vosotros los del fútbol, seguid la máxima de Carlos Rexach: «Correr es de cobardes».
No os precipitéis en vuestras decisiones, anteponed la salud de los jugadores frente a las millonarias ganancias con que os tienta la televisión.
Comentarios