Los mercados bursátiles internacionales se desplomaban en la segunda semana de marzo con una intensidad que nos remontaba a los episodios de crisis más dramáticos de los últimos años en las bolsas mundiales, como la gran recesión del 2008 o la crisis de deuda soberana europea del 2012. Esa semana, el principal índice bursátil español, el Ibex 35, se dejaba un 20,9?? %, el Euro Stoxx50 de los principales valores europeos un 20 %, el S&P 500 norteamericano un 8,80 %, el MIB de Milán un 23,3 %, el DAX alemán un 20 % y el CAC 40 francés un 19,9 %. Un mes después, las bolsas mundiales han recuperado parte del terreno perdido pero acumulan fuertes pérdidas anuales que oscilan entre el 15 y el 25 % para los principales índices.
La situación actual, y de otros momentos de crisis financieras y económicas, es un buen momento para preguntarse por el funcionamiento de los mercados competitivos y, en particular, de los bursátiles. La incertidumbre, entendida en general como perturbación económica y política no predecible, tiene un enorme impacto sobre el comportamiento de los mercados financieros y la economía real. Sin embargo, nuestro mensaje principal es que la incertidumbre se ve amplificada por la aversión al riesgo que es, a nuestro entender, el verdadero motor que mueve las principales variables tanto financieras como económicas, especialmente en momentos de recesiones económicas. La idea de la aversión al riesgo como fuente de explicación de los hechos financieros y económicos está cada vez más aceptada en economía y finanzas. También lo está para entender la magnitud de los desplomes bursátiles y del aumento de la volatilidad de estas semanas del 2020.
Los precios de los activos financieros en mercados bursátiles son el valor actual de los flujos de caja futuros descontados a una cierta tasa de descuento. Cuando se critica la excesiva volatilidad de las bolsas, el análisis se centra en que dichos flujos de caja, como pueden ser los dividendos futuros, no son tan cambiantes para justificar la enorme volatilidad que observamos. Este análisis es incompleto. Lo que debemos entender es que la tasa de descuento de esos flujos de caja futuros es muy cambiante en el tiempo. Además, es contracíclica, es decir, esa tasa de descuento que aplica un inversor sube en momentos malos y disminuye en situaciones económicas positivas. Ese comportamiento describe la prima esperada de riesgo, que es lo que en el fondo está detrás de esa tasa de descuento que sube en momento malos.
En definitiva, el colapso de los precios y el aumento de la volatilidad no son irracionales ni reflejan ineficiencia de los mercados bursátiles. Muy al contrario, representan el aumento y las variaciones de la prima esperada de riesgo provocada por el enorme impacto del incremento en la aversión al riesgo.
Si la incertidumbre asociada a la actual crisis sanitaria global no se ataja en un período de tiempo razonablemente corto, el impacto negativo sobre la economía real, la inversión empresarial y el desempleo por el aumento en la prima de riesgo del mercado ante el amplificador impacto de la aversión al riesgo puede ser dramático. Es cierto que el aprendizaje de la gran recesión del 2008 facilita la coordinación y respuesta de los bancos centrales. Pero no es suficiente. Los bajos tipos de interés ayudan a las empresas, pero el problema es la elevada prima de riesgo esperada y el correspondiente colapso de los precios. Por ello, en general, pero desde luego en Europa, la coordinación entre las políticas fiscales que faciliten la captación de crédito en condiciones muy favorables y la utilización del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) bajo condiciones bien diseñadas serán claves.
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