El relato populista ha caducado: En horas venticuatro hemos pasado de considerar la Transición como la prolongación de franquismo y restauración de la monarquía borbónica a reivindicar la Constitución y más recientemente a reclamar los Pactos de la Moncloa como referencia de unidad y acuerdo para salir de la pandemia del coronavirus. Bien está, si bien acaba.
Dice el refrán que nunca segundas partes fueron buenas. Pero las más de las veces el tan manido sentido común es conservador y se aleja por tanto del buen sentido que hoy necesitamos.
Teóricamente lo mejor para abordar una crisis grave y profunda, como ésta de la pandemia del coronavirus, es la unidad politica y la máxima cooperación institucional y social. Primero para el proceso en marcha, más o menos largo, llamado de desescalada, como para la posterior recuperación económica.
Digo recuperación y no reconstrucción, ya que a diferencia de una guerra, nuestro tejido productivo sigue intacto. No sólo es bueno dejar de una vez los relatos de parte sino también la tentación retórica y la exageración de los cambios de época y los momentos históricos o fundacionales.
Para buscar el acuerdo, algunas de las premisas fundamentales deberían ser al menos el reconocimiento mutuo, el respeto, el diálogo y la mínima empatía y confianza en el adversario.
Sin embargo, no parece que al menos por lo pronto estas condiciones existan, sino que muy al contrario, se han agravado los males de la deslegitimación, el rechazo y la desconfianza, instalados entre nosotros, más intensamente si cabe, desde el reciente y accidentado proceso electoral.
Algunos como la ultraderecha de Vox han llegado incluso a la calumnia, la criminalización y la denuncia penal del gobierno y de sus técnicos asesores. Mucho más allá de la crítica, tan necesaria como legitima, de la oposición a la gestión de los recursos, las medidas y las etapas a seguir frente a la pandemia. Podría decir que una critica más imprescindible incluso en la situación de Estado de Alarma.
Tampoco la retórica impostada de la guerra contra el virus, la falta de transparencia, la monopolización del relato y la precipitación por parte del Gobierno, parecen facilitar la interlocución y el clima de diálogo para buscar el acuerdo.
Que rueden cabezas parece ser la obsesión de las derechas (salvo la reciente mano tendida de Ciudadanos) y en particular la cabeza de Pablo Iglesias y de Unidas Podemos. Un objetivo cinegético metafóricamente tan legítimo como inviable, anterior incluso al relevo de Rajoy en el Gobierno que no anuncia nada bueno.
Es decir, la aplicación de una pena retrospectiva sin juicio ni condena y la impugnación a la totalidad del Gobierno de coalición y con ello del principal impulsor e interlocutor esencial para cualquier acuerdo, sea solo politico o también institucional y social, sea puntual o más global, táctico o estratégico. Cualquier acuerdo.
Pero es que además, los aciertos y errores, que de todo seguramente ha habido en la lucha sanitaria contra la pandemia, son y no pueden ser de otro modo que compartidos. Porque compartidas son las competencias, ya que incluso en el marco del Estado de Alarma, las Comunidades Autónomas mantienen su competencia exclusiva en materia de gestión sanitaria. Tan solo el Ministerio de Sanidad establece medidas extraordinarias en materia de refuerzo de profesionales así como de información sobre recursos materiales para el COVID-19 y de información epidemiológica.
Lo mismo ocurre en otro de los trágicos focos de la pandemia, como son las residencias de mayores, cuya gestión, en la mayor parte de los casos concertada con el sector privado sigue siendo competencia de las CCAA. Lo del 155 sanitario es otra de las leyendas urbanas del independentismo para continuar con el argumento victimista de la madrastra España, también en medio de la pandemia.
En definitiva, con competencias compartidas, somos corresponsables de los aciertos y de los errores y así lo juzgarán los ciudadanos, al margen de este forcejeo inútil por el relato.
En cuanto al pacto institucional, la precipitación del Gobierno en la centralización de las decisiones en que las CCAA tienen competencia exclusiva como es el caso de la sanidad, y la consiguiente actitud de desconfianza, cuando no obstruccionista y de correa de transmisión de las derechas del antagonismo politico de algunas significativas CCAA (encabezadas por Cataluña y Madrid) en una suerte de coalición negativa, lo ponen muy difícil, incluso antes de entrar al debate esencial del coste de la crisis sanitaria y su financiación, que sin duda será el asunto más espinoso en la salida de la pandemia.
Su actitud ante el final de curso y la promoción de los estudiantes parece confirmar la actitud de aquel qué preguntaba de qué se habla para anticipar que en todo caso se opondría.
Solo queda pues el acuerdo social, la denostada concertación social, aunque tengo para mi la impresión que tampoco será fácil, Sin embargo, teniendo en cuenta el bloqueo político y con las CCAA, tal parece que es pacto posible que habría que mimar, y que de salir medianamente bien, sería el que más contribuiría a la fase de reactivación económica y facilitaría también un mejor clima para las relaciones políticas e institucionales.
Pero sobre todo sería un factor muy importante de confianza en relación a las medidas extraordinarias, aunque insuficientes, puestas en marcha por parte de la Comisión Europea y el Banco Central, y aunque en menor medida también con la financiación adicional del mecanismo europeo de estabilidad MEDE.
En conclusión: un casi imposible pacto político, al menos por ahora, muy improbable entre el Gobierno y las CCAA y más accesible y prioritario con los agentes sociales.
Porque no le veo margen entre el cainismo político y con la vigilancia reaccionaria del extremismo populista: Antes muertos y con la cabeza de Pablo Iglesias. Es también su fórmula para atar y bloquear cualquier política de cambio a este Gobierno, ya de por sí muy condicionada por la crisis. La única excepción es el nuevo papel moderador de Ciudadanos.
Solo veo la posibilidad y la prioridad de un pacto entre los agentes sociales y Gobierno. Es verdad que también con evidentes servidumbres, que se han hecho notar en la reciente controversia sobre la necesaria puesta en marcha de una renta mínima. En definitva, unos pactos de la Moncloa sin la presencia inicial de las fuerzas políticas. Una concertación muy limitada en lo laboral y fiscal que solo podrá engrasar el compromiso financiero de la UE.
En consecuencia, en Asturias es de prever que las fuerzas políticas seguirán como correas de transmisión a sus partidos estatales, salvo las incógnita de Podemos.
En este sentido sería prioritario garantizar en la desescalada en primer lugar el reforzamiento de la lucha frente al COVID-19, en general manteniendo la alerta sanitaria y los recursos de emergencia en la sanidad pública, y en particular en el ámbito de la salud pública para apoyar el sistema de información, el control y el seguimiento de los contactos y en la investigación epidemiológica.
También en lo sociosanitario, con atención especial al ámbito residencial. Tanto en la inspección como en el apoyo a la atención primaria para el control y seguimiento de casos. Así como para reforzar el salario social y las medidas de rescate social, con objeto de proteger a los colectivos más vulnerables.
Los autónomos y las Pymes, que más han sufrido el confinamiento, deben estar entre las prioridades económicas en la desescalada.
De lo que más se ha revalorizado en esta crisis es el papel de la industria y en particular de manufacturas sanitarias, tecnológicas y de emergencias. Por supuesto se trataría de aprovechar también el New Deal verde Europeo para que apoye la renovación de nuestra industria y agricultura.
Las iniciativas individuales y de pequeños equipos como la de los respiradores muestran el intangible de la cultura industrial, más allá de las infraestructuras. Las startups en este sentido son fundamentales.
Se trata de aprovechar también las ventajas comparativas de Asturias en el turismo de cercanía y no masificado en el proceso de desescalada y de cara al futuro.
En cuanto a la Universidad habría que profundizar en un momento tan singular en la alianza Universidad y sociedad, tanto en la disposición de sus laboratorios contra el COVID-19, como en general en materia de investigación, en particular en sus lineas de salud pública, sanidad, envejecimiento..etc
Por último y más en lo táctico se trataría de preparar el terreno presupuestario, intentando ampliar el bloque progresista a Podemos y sumar a Ciudadanos.
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