Otra rueda de prensa para la Historia dramática de España. Sánchez, inesperadamente puntual, a las 20.15, solo dio una noticia, lo demás fue cautela, prudencia, o sea, fango. La noticia fue para los niños, ni siquiera quedó claro de qué edades. Dejad que los niños se acerquen a mí, fue el lema de la comparecencia del presidente con más poder de la democracia, dueño y señor de un Estado de alarma. A los niños se les aliviará el confinamiento a partir del 27 de abril. Podrán pisar la calle. De paso nos coló que tendremos que seguir en arresto domiciliario hasta el 9 de mayo. Un fenómeno. Fue muy claro cuando habló del motivo de seguir encerrados y destrozando nuestros puestos de trabajo. Fue tan nítido que parecía que estaba calificando al Gobierno que preside. «Los logros que hemos conseguidos son insuficientes y débiles». Igual que lo que hace el Consejo de Ministros. Y encima con compañeros como Iglesias que solo acunan deslealtad y que sueñan con cercenar derechos esenciales como el de la libertad de información. Hubo otro amago de aclarar algo, pero se quedó en aviso de regate. Dijo que en mayo si todo iba bien se aliviaría la situación, que le gustaría que fuese homogénea en todo el Estado, pero que tal vez sería «una desescalada asimétrica, no necesariamente por comunidades autónomas». La isla de Hierro tuvo dos contagiados, ya curados. Y siguen recluidos doce mil habitantes a la espera de test. Tal vez necesitamos más eficacia para avanzar algo. Para que los científicos puedan decir cuándo y cómo podremos recuperar nuestras vidas de gente corriente. No necesitamos milagros ni medidas extraordinarias. Para extraordinarios ya tenemos a los bustos parlantes de los ministros y al jefe del Ejecutivo. Precisamos decisiones, no más imprecisiones. Presidente: ¿Monforte, sí; y Becerreá, no? Lo escrito, otra rueda de prensa de confusión, el día que España superó los 20.000 muertos y que la hostelería, por ejemplo, vive una película de terror. Todo tan falible como los test que tuvieron que devolver o las mascarillas defectuosas que el Gobierno central repartió en Galicia para que las usasen en las áreas sanitarias y que hubo que retirar. Sánchez, otro sábado noche, nos retorció un poco más los nervios a todos, mientras los que están esperando el dinero del ERTE no han visto ni un euro. No faltó otra frase hueca: «Llegó la hora de los pactos». Ojalá se tomase en serio esa frase y esa hora. Porque o este Gobierno refuerza su mayoría o los que salgamos del virus no sobreviviremos a la muerte de la economía.
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