Lo que tiene que soportar este atril. Cuánta barbaridad y cuánta frivolidad. A muchos diputados se les tendría que caer la cara de vergüenza, pero están bien entrenados. Todos la conservaban al final de la sesión. Ni siquiera se le desprendió el rostro a Gabriel Rufián después de pedir «el fin del odio». Fue como escuchar al zorro suplicar que basta ya de asesinar gallinas. Durante el debate, se conoció la cifra de fallecidos por coronavirus en las últimas 24 horas. 683 personas ayer. Igual que si cada día se desintegraran sobre las cabezas de sus señorías dos Airbus A350 repletos de seres humanos. Pero nuestros representantes seguían con el juego de las sillas. No estuvieron a la altura del gravísimo momento. Después de cada intervención, más bien de cada mitin, una trabajadora del Congreso limpió a conciencia la tribuna de oradores. Ay, si algún día se diera con la fórmula para desinfectar la política española.
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