Lo recuerdo en los nuevos pupitres del recién inaugurado Instituto Jovellanos, en la actual Avenida de la Constitución. Fue entonces cuando lo conocí. Nos maravillaban sus dibujos. Todos sabíamos entonces que el porvenir profesional de Manuel Arenas Ramírez estaba cantado. Los adolescentes de aquel cuarto curso de bachillerato sabíamos que Manolo iba a ser artista.
Algunos, pocos años después, ya lo llamaban el loco del pelo rojo, por la peli sobre Van Gogh interpretada por Kirk Douglas, recientemente fallecido. Para entonces ya gastaba Arenas luenga barba y muy rizada y abundante cabellera. En aquel tiempo se dedicaba preferentemente a la pintura. El fue quien pintó los decorados de La Máscara, el grupo juvenil de teatro al que pertenecimos a finales de los sesenta.
Por esos años se presentó en la estación del ferrocarril de Gijón para facturar uno de sus cuadros, no recuerdo con qué objeto. Se trataba de una pintura en la que Ernesto Che Guevara aparecía crucificado. Alguien le reprochó algo por la simbología y Manolo respondió que cada cual tiene su dios y aquel era el suyo.
No supe mucho de su vida y actividad cuando se dedicó a la escultura, por vivir en ciudades distantes, pero entre las obras asentadas en Asturias están el Monumento a la paz mundial, que data de 1990 y se puede contemplar en el Parque del Lauredal de la villa cantábrica, y la Melodía de la esperanza, ubicada en el Puerto de Tarna desde 2006, y que fue concebida casi al tiempo que aquel Che crucificado.
En sus palabras, esta última supone «un canto a la esperanza, que tuvieron y tienen muchos ciudadanos de encontrar a sus familiares muertos y desaparecidos en lugares como aquellos». Allí, en lo alto del Parque Natural de Redes, suena a todo viento su obra y recoge la luz del sol que la hace más viva, en conjunción la naturaleza. Realizada en hierro moldeado al yunque de modo artesanal, Manolo la concibió -según dijo- «como una necesidad de expresar afectos arraigados tras haber estado envuelto en la lucha por la democracia en los años setenta. Representé la opresión por los hierros trabajados al yunque, que terminan dejando aflorar una nota musical que nos conduce a la esperanza de que la paz entre los pueblos sea posible».
Manuel Arenas había nacido en Oviedo y falleció ayer en Gijón. Una vez nos abrazamos de madrugada en el andén de una estación cuando a los dos se nos hacía pequeña la ciudad de nuestra primera memoria. No faltaré a la cita con su Melodía de la esperanza este verano para seguir escuchando lo que nos unió, tan temprano.
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