En mi memoria infantil y juvenil están grabadas las terribles imágenes del terrorismo más virulento que sacudió Irlanda en el último tercio del siglo XX. Fueron años muy duros en los que, con frecuencia, los noticieros y las portadas de los periódicos narraban el horror provocado por el IRA en todas sus escisiones.
El color marrón de las paredes de ladrillo de los edificios en Irlanda del Norte permanece grabado en mi retina en una suerte de vinculación visual con la lucha callejera entre los católicos y protestantes. El gris casi permanente del cielo irlandés sigue provocando en mí la asfixiante sensación de un techo de incomprensión entre aquellos que reclaman que la isla esmeralda se unifique y los que quieren conservar la conexión con el Reino Unido.
Pero, los tiempos han cambiado. Más de un siglo después desde que se fundara, de una manera un tanto lasa, el Sinn Féin, el partido republicano irlandés que reclamaba la unificación de la isla y transcurridos dos años desde la dimisión de quien fue su presidente durante más de 34, Gerry Adams, se ha erigido ganador en las reñidas elecciones del pasado 7 de febrero. Bajo el nuevo liderazgo de Mary Lou McDonald con un estrecho margen de votos, el Sinn Féin ha logrado 37 escaños frente a los 34 del conservador Fiana Fáil y a los 33 del democristiano Fine Gael, los dos partidos que llevan alternándose en el poder desde hace años.
Durante la campaña estas dos organizaciones manifestaron sus reticencias a negociar un pacto de gobierno con el Sinn Féin por su política de izquierdas y su vinculación histórica al IRA. Sin embargo, parece que bajo el mando de McDonald, en el partido ya no hay nadie cuestionable por conexiones con el IRA y el apoyo de los jóvenes de 18 a 35 años junto con el de los que no se han beneficiado del bum económico irlandés la convierten en un interlocutor muy a tener en cuenta para formar nuevo ejecutivo.
Veremos.
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