Ya no será. Ya no viviremos en la misma ciudad, ni nos daremos baños de masas juntas desde el balcón de su casa, ni estaré con Harry y con Archie entre las fotos de su escritorio en el discurso de Navidad. No tomaré el té con usted, no acariciaré a sus perritos corgis, no comentaré qué bonito sombrero lleva hoy, Your Majesty. Ya no tendré que aguantar su cara de póker o su sonrisa glacial, ni usted a su bisnieto correr por los salones de Buckingham Palace, no sabrá quién soy y por qué me quieren otros. Ya no llevaré la tiara con esmeraldas de la familia Windsor para combinar con mi vestido de Givenchy, ni recibiré más dinero suyo para reformar Frogmore Cottage. Ya no.
Cada día de mi vida, me levantaré para no ser perseguida por una pandilla de paparazi, para leer en los tabloides que trato mal al servicio y que soy una trepa. Ya no seré más que yo para siempre y usted ya no será para mí más que usted. Ya no sabré por qué, ni cómo, ni si es de verdad aquello de que solo me quiso porque un día fui vista como un buen negocio.
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